Anticonsumismo: ¿Qué es un freegan?

Buscando en contenedor de basura
La definición típica que un diccionario nos espetaría sobre el término «freegan» se limitaría a afirmar que es un «seguidor del freeganismo«. No erraría, qué duda cabe, pero ello nos obligaría a buscar a su vez este segundo término para, finalmente, descubrir que se trata de un estilo de vida anticonsumista que nació en países ricos y está extendiéndose por todo el mundo.

Curiosa, y al mismo tiempo tremendamente lógica, en especial si tenemos en cuenta la locura consumista en la que el mundo desarrollado se ve envuelto. Era de esperar que surgiera este movimiento verde, comprometido con un mundo mejor y un planeta más limpio. Rebeldía en estado puro, personas de acción que no dejan pasar ni una para demostrar qué quieren, cómo y por qué.

Tu basura, su tesoro

El estilo de vida de un freegan es antisocial, en el buen sentido de la expresión si usamos las gafas de ver lo invisible, esas que el Principito nos enseñó a ponernos cuando los ojos se quedaban cortos. Cuando, en suma, lo esencial nada tenía que ver con lo que nuestros ojos nos decían.

Cuando un freegan escarba en la basura es porque es su manera de luchar contra el hambre propio y ajeno, a nivel simbólico y concreto. Pero no solo busca desechos orgánicos en buen estado, sino todo aquello que pueda serle útil y evitarle comprar, entrar en la rueda del consumismo.

No querer participar de la dinámica consumista, de un mundo capitalista basado en la globalización, la producción a escala guía sus acciones más cotidianas a nivel individual y grupal, como colectivo de fuertes convicciones que sabe predicar con el ejemplo.

Las tres erres, su consigna

Los freegan buscan alternativas a la economía convencional. Su consumo es mínimo, tanto en lo que respecta a los productos de consumo como a los recursos naturales limitados. Reutilizar, reciclar y reducir son máximas que cumplen ayudándose de la creatividad, la cooperación y el apoyo en la comunidad.

Una comunidad, lógicamente, en sintonía con una economía colaborativa. El sistema es el enemigo a batir y el boicot su mejor arma. Por lo tanto, no abogan por la compra de productos de ningún tipo, ni siquiera ecológicos.

Solo compran en casos extremos, y la razón, a estas alturas del post es fácil deducirla. Simplemente, el sistema es el problema, y cualquier producto que se venda forma parte de él. Debilitarlo solo es posible haciéndoles el vacío a las compañías que llenan el mundo con sus productos y servicios.

Freeganismo
Aunque en realidad no todos los productos se consideran igualmente reprobables. Tengamos en cuenta que la palabra freegan deriva de «free» (libre y gratis) y «vegan» (vegano), y que por lo tanto la ética animal es parte de sus principios.

Su razonamiento, sin embargo, va más allá del de un vegano. La lucha por sus ideales de respeto a los animales y a los derechos humanos y medio ambiente en general les lleva a demostrar su frontal oposición al sistema.

Lo rechazan de plano por considerar que la economía industrial o, si se quiere, postindustrial, es sinónimo de abuso de personas, animales y entorno natural. Por lo tanto, cada producto que compramos está sustentándolo, dándole el apoyo que necesita para seguir dominando el mundo.

Cualquier causa de defensa de los derechos humanos, pro ambiental o de ética animal entra dentro de sus prioridades, y de hecho es la causa última por la que su estilo de vida es diferente. Y, del mismo modo, toda práctica cotidiana que les ayude en su cometido se convierte en un objetivo.

Un freegan, por lo tanto, aboga por una vida menos dedicada al trabajo, pues nos roba nuestra libertad, por el derecho a un alojamiento digno y a un entorno urbano más verde. La guerra de guerrillas es lo suyo. Idealismo en estado puro, una gran lección de humanidad.

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