Ikea ayudará a luchar contra el cambio climático

Ikea aparcamiento
Ikea sigue dándonos una de cal y otra de arena en materia ambiental. Si por un lado la multinacional sueca nos anima a comprar muebles como si fuesen rosquillas, por otro está demostrando que también le importa el futuro del planeta.

¿Compromiso ambiental o lavado de cara? Sea como fuere, no hay que celebrar sus pasos adelante en favor del cuidado del planeta. Aunque lo suyo sería atacar el problema de raíz, es decir, cambiar el modelo de negocio, nos gustó su compromiso contra la deforestación cuando decidió plantar tantos árboles como utiliza para 2020, y también nos encantó que retirara de sus estanterías las bombillas incandescentes y decidiera vender solo bombillas de bajo consumo o, por ejemplo, cuando nos presentó a Folkvänlig, su primera bici eléctrica…

Hay que reconocer que Ikea se trabaja su imagen verde, y que gracias a ello está haciendo cosas interesantes, aunque deforestar selvas maduras no se arregla plantando árboles y algunos de sus proyectos verdes no tuvieran pase, como la construcción de un parque eólico en el entorno ecológico de Dalana, en Suecia.

Apoyo a las renovables

En su apoyo a las energías verdes, dentro de la campaña People and a Planet Positive, Ikea se comprometió a buscar la independencia energética en todos sus centros instalando paneles solares en sus tiendas y almacenes. Interesante, sin duda, que la empresa persiga esa huella de carbono neutra, aunque su producción de muebles sigue obstinadamente un camino opuesto.

Ahora, el gigante de los muebles anuncia un nuevo bombazo ecológico. Sigue impulsando su plan de indepenencia energética de sus centros quiere también ayudar a las naciones más pobres a hacer frente al cambio climático, para lo que ha planeado gastar 1.130 millones de dólares en renovables.

Por un lado, pretende seguir avanzando en su plan de energía limpias para 2020, en el que invertirá la friolera de 600 millones de euros más en paneles solares y eólica, que se suman a los 1500 millones invertidos en 2009.

Hasta la fecha, ya ha firmado para instalar 314 turbinas de viento y 700.000 paneles solares en sus tejados. Por otro lado Ikea Foundation invertirá 400 millones de euros hasta 2020 para ayudar a comunidades marginales que vivan en países especialmente vulnerables a los impactos del cambio climático.

Ikea paneles
Su intención es ayudarles a hacer frente a los típicos eventos extremos, como las sequías de larga duración y las inundaciones provocadas por lluvias torrenciales. Todo un gesto digno de alabanza, pero también es más que obvia la responsabilidad que pueda tener una multinacional como Ikea, fabricantes de muebles de madera de escasa durabilidad, en el recorte de emisiones de gases de efecto invernadero y en paliar los daños que provoca su actividad.

¿Para cuándo una alternativa a la madera?

¿Una política ambiental sincera o un arma de marketing? Sigue siendo la pregunta del millón, aunque para muchos la respuesta es más que evidente. Quizá sea ambas cosas, o quizá solo la segunda. En una reciente encuesta, solamente el 41 por ciento de sus clientes consideran que Ikea sea una compañía que se toma en serio la responsabilidad social y del medioambiente. Ni siquiera la mitad cree que Ikea esté haciendo lo suficiente para compensar el drama ambiental que supone su lucrativo (30.000 millones de euros de ganancias el año pasado) y nada ecológico negocio.

Según un documento interno de la compañía, su objetivo es llegar al 70 por ciento para 2015. Un ambicioso objetivo, sin duda, que busca casi casi doblar la cifra, por lo que es más que obvio su loco interés por mejorar su imagen de empresa. Greenwashing, lo llaman, pero en este caso, al menos, el lavado de imagen supone claros beneficios para el planeta.

Eso sí, los utópicos seguimos esperando esos materiales ecológicos que sean una alternativa sostenible a la madera o, como mal menor, esos muebles de Ikea que todavía no existen, pensados para durar años y años… ¿Por qué no invertir miles de millones en este tipo de inventos? Sería más rentable también para el planeta, y se ahorrarían tanto folclore.

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