La importancia de estar motivado para reciclar


Poco nos equivocaremos si afirmamos que la motivación es al reciclaje lo que la luz y el agua a la vida. No en vano, si en algo se sustenta, si de algo dependen las prácticas de reciclaje es precisamente de ese empuje, de esas ganas y voluntad para hacerlo.

Sobre todo, lógicamente, hablamos de motivaciones genuinas individuales y no tanto de decisiones políticas de empresas u organizaciones en las que pesan un sinfín de factores que acaban enturbiando la vocación verde para primar feas razones de estrategia electoral o empresarial. En todo caso, las motivaciones serían otras.

Dejando al margen también las sospechosas iniciativas verdes de tantos y tantos famosos en realidad poco o nada comprometidos, nos centraremos en las motivaciones de ese ciudadano común que, como tú y como yo, puede elegir entre hacer las cosas de un modo o de otro y elige colaborar.

Por lo tanto, no es necesario irse a las aulas de los colegios para encontrar lugares donde aprender la importancia de cuidar el planeta. Motivar a las personas a que cuiden más el medio ambiente es cuestión de actitud, y como tal cualquier gesto verde es en sí una lección para quien lo presencie allí donde se produzca, ya sea en casa o en la calle.

Luchar por un mundo mejor

Vaya por delante también, una verdad verdadera donde las haya, que por mucho que se implique la ciudadanía en el reciclaje, hay multinacionales y políticos que actúan como un lastre tremendo contra el que poco o nada puede hacerse. No, al menos, actualmente, aunque no hay que dejar de soñar con esa maravillosa utopía de una sociedad responsable que sabe exigir lo que desea realmente como consumidor y elector.

Una situación frustrante que, sin embargo, no debe impedir que cada uno de nosotros participemos aportando nuestro grano de arena. Porque, precisamente, la motivación está precisamente ahí, en ese convencimiento personal de que otro mundo es posible desde ahora mismo.


Cuando se toma conciencia sobre la importancia de conservar el medioambiente, de lo escasos que son los recursos, además de predicar con el ejemplo, es fácil e incluso inevitable acabar haciendo algunas sugerencias a tus amigos, familiares y compañeros de trabajo sobre cómo pueden ser activos y llevar un estilo de vida mucho más sostenible.

Sugerencias, no imposiciones, y razonamientos, no críticas, así es como surge la motivación necesaria para que el reciclaje no sea una obligación o algo de lo que escapar, sino todo lo contrario. De hecho, la mejor manera de motivar a las personas casi sobre cualquier tema es dando un ejemplo positivo.

Un esfuerzo diario

El esfuerzo del reciclaje es colectivo en cuanto su importancia se mide con cifras que no son sino pura estadística. Es por ello que reciclar la basura orgánica y los desechos en general pasa a ser un gesto individual que sirve de poco como tal, pero que se convierte en un grano que, como dice el refrán, ayuda al compañero.

Esa motivación cotidiana de reciclar, reutilizar y, en suma, de reducir la huella de carbono personal al máximo empieza siendo un esfuerzo pero pronto acaba por ser simple rutina. Más que una molestia, pasa a sentirse como una necesidad desde el momento en el que la costumbre nos facilita las cosas y entendemos la importancia de hacerlo.

De algún modo, además, al reafirmarse en nosotros esa actitud verde se cobra conciencia de lo fácil que es hacer las cosas de otra manera, mejorar el planeta, en suma. Yendo más lejos, de ese reciclaje doméstico y cotidiano se obtiene un beneficio en otras áreas de la vida, reforzándose la solidaridad y calmándose el afán de consumismo. ¿Se puede pedir más?

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