¿Qué es el ciclo de vida de un producto y por qué es importante?

Ciclo vida producto
¿Sería interesante conocer cuál es el impacto ambiental de un producto? ¿Y saberlo de forma exacta? ¿Qué tal si, además, supiéramos cuál es su nivel de toxicidad para el ser humano o para los animales?

Interesantísimo, sin duda. Pero no es necesario hacer suposiciones. Cada vez estamos más cerca de poder dar respuestas pormenorizadas y exactas a estas preguntas.

De hecho, en numerosas ocasiones la ciencia ya puede hacerlo. En otras, todavía es necesario avanzar para identificar qué tipo de impacto ambiental implica, así como su nivel de inocuidad/toxicidad.

Futuras investigaciones orientadas a tal fin podrán dar respuestas a viejas y nuevas preguntas, con lo que conseguiremos completar las inevitables lagunas que hay a la hora de conocer cuánto polucionan o perjudican los distintos productos. Para, en suma, saberlo con gran precisión. Toda la que la ciencia nos permita, al menos.

Una breve definición

¿Pero, exactamente, qué es el ciclo de vida? Nos referimos al ciclo de vida de los productos desde un enfoque ecológico. O, lo que es lo mismo, conocer su impacto ambiental desde que se obtiene la materia prima (ya sean materiales o semillas, pongamos por caso) y recorre todo su ciclo: desde la cadena de producción y distribución, hasta su consumo, conversión en desecho y, en algunos casos, posterior reciclaje.

Ciclo de vida
El concepto es muy general, pero se concreta en casa ocasión. En ello entran en juego muchos factores y procesos que determinan la mayor o menor inocuidad de sus ingredientes, su huella de carbono y, en general, el impacto ambiental. A su vez, en función de ese camino recorrido pueden estudiarse los elementos que pueden influir en su toxicidad.

Por ejemplo, no tendrán la misma toxicidad unos alimentos consumidos de forma local que transportados en cajas de cartón, pongamos por caso. Al tiempo, variarán los valores de su ciclo de vida si están embaladas de tal modo que se evite el contacto con el embalaje, tal y como sugieren ONGs francesas. Tal y como vimos en un reciente post, las cajas de cartón añadían tóxicos a los alimentos y representaban un riego sanitario.

A su vez, sin embargo, la existencia de ese elemento intermedio que evite el contacto con el cartón añadirá una mayor huella de carbono. Siendo las mismas naranjas, procedentes del mismo campo, el balance final será diferente en función de un sinfín de aspectos que hay que tomar en consideración. Y, del mismo modo, se tendrá en cuenta la cantidad de riego que ha necesitado, el tipo de pesticidas y abonos empleados, su cantidad, frecuencia, huella de carbono de éstos, peligrosidad, impacto ambiental…

La información es poder

Pese a las grandes diferencias que pueda haber entre unos y otros productos, el gran desafío es la difusión y accesibilidad. Si bien la ciencia todavía no da respuesta a muchas preguntas, conocer los valores del ciclo de vida de los productos puede hacer una gran diferencia a la hora de regular oferta y demanda.

Los expertos en inteligencia ecológica, con Daniel Goleman a la cabeza, abogan por empezar ya a difundir este tipo de información de forma masiva. Creen que el consumidor tiene derecho a tener esta información de forma fácil, figurando en las etiquetas, para así estar más informados a la hora de decidir qué comprar.

Goleman celebra que se esté llevando esta iniciativa de forma experimental en unos supermercados estadounidenses. El experto está convencido de que hacer accesibles estos conocimientos será decisivo. Si sus predicciones se cumplen todo dará un espectacular vuelco. El consumidor tendrá la información, es decir, el poder. Y ello supone poder llevar el timón del barco, salvarlo de la deriva, salvarnos y salvar el planeta. No pinta nada mal…

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