Bioplásticos con caparazones de gambas


En muchos países, comer gambas, camarones, cangrejos, nécoras, es un manjar, una exquisitez gastronómica, lo que supone que miles de cáscaras de crustáceos se desechan. Sólo en la Unión Europea se calcula que se tiran unas 750.000 toneladas de caparazones.

Y son caparazones que pueden ser aprovechados, como han descubierto en Asia, donde han logrado extraer un polímero llamado quitosano a partir de caparazones de gambas. Con este polímero se pueden fabricar filtros, envoltorios o gasas para heridas.

En Europa hay un proyecto similar. Pero hay que tener en cuenta que los crustáceos europeos tienen más cal y, por tanto, el proceso resulta más complicado y más caro. De momento, el alto nivel de carbonato cálcico (CaCO3) de los caparazones europeos no permite procesar el quitosano de manera rentable.

El proyecto ChiBio busca una solución al problema: desarrollar una biorrefinería en la que procesar este tipo de residuos ricos en quitina y convertirlos en productos químicos finos. ChiBio está dirigido por el Grupo de Proyecto BioCat de Straubing (Alemania), perteneciente al Instituto Fraunhofer de Ingeniería Interfacial y Biotecnología (IGB), aunque participan otros once socios europeos. Está financiado con 3 millones de euros.

El consorcio trabaja en un sistema para el desarrollo de nuevos métodos de fabricación de especialidades y productos químicos finos a partir de residuos de la industria pesquera que sean ricos en quitina, un biopolímero que también está presente en insectos y hongos. En su composición hay moléculas de azúcar nitrogenadas que forman una cadena polimérica.


El equipo tiene como objetivo transformar los químicos de los desechos del caparazón de crustáceos pescados en Europa, África y Asia en intermediarios químicos para de generar biopolímeros de alto rendimiento y elevada eficiencia atómica.

Como materia prima energética

Además, buscan una forma de separar residuos de biomasa (proteínas y grasas) para su posterior fermentación con fines energéticos.

El objetivo final es fabricar bioplásticos, ya que son productos con un gran potencial de comercialización. Pero también van a fermentar los subproductos biológicos generados en la cadena de procesamiento para producir biogás.

Por otra parte, se soluciona un problema ambiental, ya que los caparazones de crustáceos normalmente acaban en el vertedero.

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