Entre los eventos extremos que nos trae el cambio climático, las sequías y olas de calor son uno de los más habituales y dañinos. Tanto a nivel agrícola como de abastecimiento de recursos, enfermedades y fallecimientos. Hasta aquí, nada nuevo, si bien el agravamiento de los eventos extremos con el avance del cambio climático pueden alterar el panorama. Lógicamente, para ir a peor.
Los pronósticos así lo advierten. En concreto, aquellos que se incluyen en el estudio publica esta semana en la revista británica Nature, según el cual el 74 por ciento de la población mundial sufrirá olas de calor mortales para 2100.
Un pronóstico pesimista
Como suele ocurrir, estos pronósticos se realizan teniendo en cuenta un escenario previsible, es decir, heredero de la situación actual, por lo que si las emisiones de gases de efecto invernadero no siguen creciendo al ritmo actual, la situación podría no ser tan grave.
Sin embargo, no tendremos esa suerte. O, mejor, no la tendrán las generaciones venideras, puesto que el estudio, realizado por la Universidad de Hawai, especifica que aun reduciéndose las emisiones de forma importante, casi la mitad de la población (48 por ciento) se verá afectada por dichos eventos.
Así pues, las perspectivas son «malas» en el mejor de los casos, apunta Carlos Mora, líder de la investigación, al tiempo que recuerda lo peligrosas que son las olas de calor para el ser humano. No en vano, a consecuencia de ellas mueren miles de personas en todo el mundo.
La clave del problema radica en la imposibilidad del organismo humano de disipar el calor corporal cuando en el entorno las temperaturas son superiores a los 37 grados centígrados, con lo que existe un umbral de temperatura y humedad que convierte las olas de calor en letales. Lamentablemente, afirma, ya son unas condiciones muy comunes, lo cual es «aterrador», concluye.