Disruptores endocrinos: científicos vs intereses comerciales

Dudas BPA
Son muchos los reputados científicos que piden más investigación para avanzar en el conocimiento de los efectos adversos de los disruptores endocrinos. Se trata de un asunto peliagudo que requiere grandes sumas de dinero para avanzar en el conocimiento de las consecuencias reales que conlleva para la salud.

Algunos de sus riesgos están estudiados, y otros a medio investigar. La gran mayoría, por descubrir, sospechan los científicos. El problema es que se cree que queda mucho por avanzar y que, por otra parte, los riesgos probados se tergiversan por claros intereses comerciales.

Objetivo: sembrar dudas

En un artículo publicado por Le Monde, un centenar de científicos europeos y norteamericanos expresan su indignación ante lo que consideran una manipulación de la ciencia orquestada por la industria química.

Científicos entre los que figuran dos españoles, como Nicolás Olea, de la Universidad de Granada, y Ángel Nadal, de la Universidad Miguel Hernández, denuncian que se busca influir en la decisión de la UE a la hora de decidir sobre su regulación.

Crear un debate artificial sobre la posible amenaza que representan los disruptores endocrinos significa, a su juicio, deformar las pruebas científicas para sembrar dudas ficticias.

Las opciones normativas que propone la UE no permiten atajar el problema, recuerdan. A su vez, subrayan que es un hecho que la gran mayoría de los científicos que están investigando el aumento de las patologías relacionadas con el sistema hormonal consideran que en ellas intervienen los productos químicos conocidos como disruptores endocrinos.

Libre de BPA
Así las cosas, piden una reglamentación que ayude en la prevención de estos compuestos, haciendo hincapié en la necesidad de una definición de disruptor endocrino que resulte realmente útil.

Asimismo, habría tanto por confirmar sobre sus efectos negativos que solo a base de estudiarlos con un respaldo económico suficiente será posible conseguir pruebas concluyentes de sus peligros. Unos riesgos que, lógicamente, no gustarían ni un pelo a quienes están produciendo este tipo de productos, como el bisfenol A u otros compuestos químicos presentes en infinidad de productos de uso cotidiano.

Entre otros, los envases, las botellas de plástico, los juguetes, los pesticidas, los fertilizantes, los detergentes o los cosméticos. Actúan como falsas hormonas, confundiendo al organismo y ocasionando trastornos y diferentes patologías.

Actualmente, se ha relacionado su presencia con enfermedades como la diabetes, problemas de tiroides, neuronales, de fertilidad, del sistema inmunitario, la obesidad, el asma, malformaciones en el feto o, entre otras posibles consecuencias, dificultades de desarrollo en la infancia.

El problema, por lo tanto, es doble. Lo investigado se silencia sembrando la duda sobre ello y lo que está por descubrir sigue sin contar con el suficiente apoyo económico.

Mientras, los científicos ponen el grito en el cielo, pues estamos ante una especie de epidemia que no parece detenerse. En este sentido, una legislación restrictiva sería la clave.

Según los científicos que firman la carta, existe un amplio consenso en atribuir a los disruptores endocrinos, es decir, a la industria química, el gran aumento de enfermedades relacionadas con el sistema hormonal que actualmente enfrenta la humanidad.

Unos productos químicos que éstos no dudan en calificar de «amenaza mundial» para la salud porque están por doquier y afectan en mayor o menor medida de forma cotidiana a todo el mundo. En lo que comemos, tocamos y respiramos: desde muebles, comida, envases, electrónica, productos de cosmética o de higiene personal…

Son compuestos químicos que interfieren con las hormonas naturales, rompiendo la química de la vida y, por lo tanto, pudiendo provocar serios trastornos a nuestro organismo en todo momento. Con especial riesgo en momentos clave de la vida, como la niñez o el embarazo, sostienen.

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