¿El reciclaje es un servicio comunitario o un gran negocio? Su utilidad social, lamentablemente, no siempre se consigue, pero sin duda es un filón para hacer mucho dinero, de forma lícita e ilícita.
En el pasado, buscar en las basuras algo valioso era sinónimo de marginación. Hoy en día también lo es: gente pobre, chatarreros y colectivos desfavorecidos en general encuentran en lo que otros tiran un medio de subsistencia. Incluso se han creado empresas sociales que se dedican a recuperar desechos para ayudar a la inserción social a personas necesitadas.
La basura igualmente es sinónimo de negocio millonario, rentabilidad y puestos de trabajo. Son muchas las entidades que participan y se llevan su trozo de tarta. Por un lado, el reciclaje es responsabilidad del gobierno local, un ámbito en el que se observan numerosas irregularidades, o del fabricante en determinados desechos, mientras las empresas de recuperación también suelen ser negocios rentables que ofrecen numerosos puestos de trabajo y amasan auténticas fortunas que, como tantas veces ha ocurrido, acaban en paraísos fiscales.
La cara y la cruz de la moneda
El ciudadano es otra de las piezas de este puzle, no sólo al generar residuos y reciclarlos de forma más o menos selectiva, sino al pagar sus impuestos de recogida de basuras o, como consumidor, cada vez que compra un objeto electrónico, ya que paga una tasa variable para financiar su reciclaje.
Las reglas del juego parecen claras: el ciudadano recicla gratuitamente o paga como consumidor y contribuyente para que a través de una normativa municipal de reciclaje se gestione esa basura. Un escenario en el que entran los consabidos puntos limpios, los contenedores de colores, las empresas y los numerosos Sistemas Integrados de Gestión (SIG), supuestamente sin ánimo de lucro pero en realidad montados en el dólar.
A la postre, muchas empresas se lucran gracias al reciclaje, y las administraciones a menudo mangonean para enriquecerse de una y mil maneras. La parte positiva: el reciclaje es una industria que genera más de 130 mil puestos de trabajo sólo en España, entre directos e indirectos, según datos de la Federación Española de la Recuperación y el Reciclado.
Se recicla poco y mal
La normativa europea establece que es el consumidor quien financia, en el momento de comprarlo, el reciclaje del producto. Un canon que añade un plus de unos 30 céntimos por una bombilla o en torno a 17 euros por una lavadora o frigorífico. A partir de ese momento, el fabricante tiene la responsabilidad de que el reciclaje se lleve a cabo, optando por reciclar sus propios productos o, lo más habitual, se ponen de acuerdo con otros fabricantes del mismo ramo para crear un SIG.
Ello ha dado lugar a una fauna muy diversa de SIG. En España, por ejemplo, Ecoembes gestiona los residuos de envases y embalajes, Ambilamp las bombillas y fluorescentes, Ecotic o ERP los electrodomésticos y Tragamóvil los teléfonos móviles.
El problema viene cuando los SIG no destinan todo el dinero que reciben para cumplir su cometido, es decir, cuando se constata un hecho: que lo pagado por el consumidor no se destina a ello. A nivel estadístico, en España la cifra supone la friolera de 360 millones de euros anuales. Es lo que pagamos los españoles como consumidores para que se recicle correctamente, pero sólo una mínima parte de ese dinero se destina a ello. Al final del proceso, encontramos que sólo recicla correctamente aproximadamente el 20 por ciento. Menos de una cuarta parte…
¿Dónde se queda ese dinero? En el camino, obviamente, es decir, se gasta en trámites administrativos, en subvenciones, en asociaciones supuestamente altruistas, en inversiones poco transparentes. Cero transparencia de cara a la opinión pública, en lugar de cero basura, que debería ser el objetivo. Eso sí, los fondos destinados a ese fin no dejan de crecer.
Así las cosas, es fácil deducir que hay un claro interés de que generemos basura para seguir alimentando este negocio oculto del reciclaje: sólo una pequeña parte de los productos con canon se recicla, además de que la ciudadanía reciclamos gratuitamente millones de toneladas de residuos en unos contenedores para luego los SIG venderlas a las empresas y obtener pingues beneficios.
¿Dónde va mi televisor?
La OCU puso el grito en el cielo al comprobar que los productores se quedan con más de la mitad de la tasa pagada por los consumidores para reciclar productos electrónicos. Se comprobó la caótica situación siguiendo vía GPS el destino de algunos electrodomésticos llevados a puntos limpios, retirados a domicilio o entregados en tiendas, donde encontraron «serios problemas» para que accedieran a recogerlos.
Tres meses después, 9 de los 15 electrodomésticos no se gestionaron correctamente, siendo finalmente el fabricante el que se embolsa el dinero, ante la “pasividad” de las administraciones públicas, a lo que hay que añadir otro coste no menos importante: todos esos residuos que se quedan sin reciclar son altamente contaminantes.
¿Negocio, para quién?
Menos el pobre ciudadano, que paga religiosamente y se le piden colaboración, cuando no se le multa por no reciclar correctamente, para muchos otros el reciclaje es un negocio redondo. Desde la mafia italiana – desde hace décadas la Camorra entierra las basuras tóxicas en el campo, con unas ganancias ilegales de unos 7.000 millones de euros en 2009, según recoge el informe Legambiente-, hasta las prácticas irregulares de municipios que no gestionan bien el reciclaje.
Son frecuentes los escándalos y corrupciones en torno a los contratos de gestión de residuos: se ocultan dónde terminan los residuos, si se incineran, se mezclan después de llegar separadas, si acaban en vertederos, si se aprovechan industrialmente y de qué manera. En el vídeo, una denuncia del programa Caiga quien caiga sobre la no distinción ni tratamiento en el vertedero de Murcia.
¿La solución? Una regulación más efectiva, que controle la actividad de todos los actores y sus beneficios, que sea más transparente y deje bien claro qué se hace con el dinero que pagamos todos.
«El verdadero problema es que la administración no se decide a tomar medidas para evitar que se generen enormes y crecientes cantidades de basura», apunta Leticia Baselga, coordinadora del área de Residuos de Ecologistas en Acción. En palabras de la activista:
Reducir la cantidad de basura no da dinero a ninguna empresa, que cuanta mayor cantidad gestionan, más ganan; la prevención, al contrario, sólo aporta beneficios al interés general, al contribuyente, a la salud y al medio ambiente. Es evidente que en este asunto también sigue mandando el capital.
Es decir, no se trata tanto de reciclar mejor, sino de no tener que hacerlo a tan gran escala. A ello habría que tender, aunque eso podría ir contra los mismos intereses de los gobiernos, que se benefician del comercio internacional de basuras, importando, exportando y cobrando indecentes cantidades de dinero por una y otra cosa.
Reciclar?
Dar gratis algo que me han cobrado?
Compro una botella de vino, reciclo y me la vuelven a cobrar!!!
Vaya chollo