El tsunami barrió la costa y todo lo que había en ella, incluida la central nuclear de Fukushima. El paisaje quedó asolado. Nada quedó en pie. Parecía un paisaje lunar, desértico, sin vida. Excepto por un árbol, un pino que aguantó los embates de la tormenta y resistió enhiesto y orgulloso.
Algunos lo conocen como el «pino milagroso» y se ha convertido en un monumento y en un recordatorio de lo ocurrido, uno de los peores desastres naturales que ha sufrido Japón. Se cumplen dos años del maremoto y posterior accidente nuclear de Fukushima, un momento perfecto para organizar un homenaje al árbol.
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