Desde el 1 de enero del próximo año los comercios españoles no podrán dar a la clientela bolsas de plástico ligeras. Es decir, no se prohíben pero habrá que pagar por ellas una cantidad variable en función de su material y mayor o menor grosor.
Se trata de una iniciativa que se engloba en el entorno comunitario, a la que nos obliga una directiva europea, si bien como ocurre con este tipo de normativa de derecho comunitario, será cada miembro el que decida la forma y medios adecuados para hacerlo.
Una normativa poco exigente
En este caso, se está preparando un real decreto para su trasposición, en el que se prevé un pago de entre un mínimo de 5 y un máximo de 30 céntimos. Por poner un ejemplo, las bolsas compostables serán más económicas que aquellas que no lo sean, puesto que su degradación resulta más rápida y ecológica.
Sin embargo, se excluyen aquellas que entren dentro del concepto de «envase primario», es decir, podrán seguir siendo gratuitas las bolsas que se utilicen para dispensar alimentos a granel o aquellas otras que se entreguen al consumidor por motivos de higiene.
La directiva deja libertad para llevar a cabo el objetivo señalado en ella, concretamente su reducción «sostenida», por lo que a partir de esta idea general se pueden fijar objetivos concretos que ir cumpliendo, así como establecer restricciones que llegaran a suponer su prohibición o, por ejemplo, establecer impuestos.
Francia, sin ir más lejos, nos lleva la delantera, tanto en el calendario, pues desde 2016 están prohibidas, sustituyéndolas por otros materiales menos contaminantes, como el papel o el cartón, así como por envoltorios similares fabricados con fécula de patata. Italia aún lo hizo antes, concretamente en 2011, por lo que ya lleva un lustro en el mismo plan de tolerancia cero que practica el país galo, y los Países Bajos también se encuadran en los países que optan por la prohibición.
La opción elegida por la normativa española será menos exigente, pues tan solo se fija un precio mínimo, evitando que sean gratuitas y, por lo tanto, se establece una barrera que penaliza su uso y, en muchos casos, también lo desalienta. Similares casos son los de Suecia o Reino Unido, mutatis mutandis.
¿Pero, cuál será el precio de las bolsas más habituales? Las que suelen dar los supermercados, de tipo ligero, costarán 5 céntimos si son compostables, y 10 si no lo son, mientras las típicas bolsas de los grandes almacenes oscilarán entre los 10 y los 15 céntimos, también dependiendo de ser o no aptas para la pila del compost.
O, lo que es lo mismo, para su fácil y no perjudicial biodegradación ambiental. En caso de que no sea así, como ocurre con las bolsas oxo degradables (fabricadas con polietilenos, poco eco amigables, en realidad), el precio de las bolsas será de 30 céntimos.
Una directiva europea y, un futuro real decreto que la traspone, cuyo fin último no es otro que reducir su consumo de forma progresiva por razones ambientales de peso. No en vano, las bolsas de plástico constituyen un auténtico drama para la naturaleza por el impacto ambiental que representan.
Los consumidores, por su parte, pueden hacer una diferencia importante en los países europeos que no las prohíben, cobrando unos céntimos como pretendida medida disuasoria, entre ellos España a partir de 2018.
De hecho, en nuestras manos está reducir su uso al máximo. Bien pensado, no son necesarias y confiar en su reciclaje depositándolas en los contenedores amarillos no nos aseguramos de que se reciclen. De hecho, por lo general no se hace, y prescindir de ellas es tan sencillo como buscar alternativas. Entre otras, tal y como recomiendan desde Ecologistas en acción, «las bolsas de tela, los carritos, las cestas o el papel».