En la localidad noruega de Trondheim, la tercera más grande del país, llevan más de dos décadas disfrutando del CycloCable, antes conocido como Sykkelheisen Trampe y, sin embargo sigue pareciendo una auténtica novedad. No sólo porque inexplicablemente no ha cundido el ejemplo, pues sigue siendo el único remontador de bicis del mundo de su estilo, sino porque continúa sorprendiendo.
Su originalidad y sencillez convierten a este particular ascensor en una interesante solución para promocionar el uso de la bici en ciudades ubicadas en entornos montañosos. Sin duda, es todo un invento para que las cuestas no acaben por quitarle a uno las ganas de coger la bici.
La palabra mágica y al tiempo maldita es «remontar», es decir, subir las pendientes, sobrepasarlas, y si uno va en bici en Noruega, muy montañosa, puede llegar a significar casi una proeza. Sin embargo, allí coger la bici es costumbre y, por suerte, las cuestras arriba tienen también el lado bueno, justo cuando las bajas… y eso que el clima no invita a dar un paseo, precisamente.
El elevador se construyó en 1993 para salvar una empinada cuesta de la ciudad que cubre un trayecto de 130 metros, la de la colina de Brubakken, la misma que su creador tenía que subir a pedal limpio para llegar al trabajo. Tras ser remodelada recientemente para mejorar su uso, demostrando de nuevo que Trondheim fomenta una cultura bike friendly, ya que además de este elevador cuenta con ciclorutas y sistemas de bike sharing con el fin de convertirla en el principal medio de transporte.
El primer prototipo lo construyó la compañía noruega Design Management AS, hasta que en el 2010 una empresa francesa de transporte por cable participó con ésta para su reconstrucción . Fue así como, tras volver a inaugurarse el pasado año se rebautizó con el nombre de CycloCable.
Desde su creación ya ha llevado a unos 200.000 ciclistas, muchos de ellos turistas, pues la instalación se ha convertido en un auténtico imán para ellos, y también en una fuente de ingresos, si bien el gobierno local tuvo que hacer una importante inversión de unos 3.000 dólares por metro.
En efecto, para usarla hay que adquirir previamente un abono por unos 12 euros (100 kroner). A continuación, el ciclista iniciará la ascensión después de colocar uno de los pies en un pequeño pedal y pulsar un botón, siempre partiendo desde la estación de inicio.
Cuando se llega al final del trayecto, la plataforma desaparece debajo del pavimento, escondiéndose por su propio carril y volviendo al punto de partida, quedando lista para reutilizarse. Parte de su éxito se dbe, además, a estar cerca del centro urbano y por su cercanía al campus universitario.
El invento permite el uso simultáneo de hasta 5 personas separadas por un mínimo de 20 metros, y además de bicis puede servir para remontar cualquier pequeño transporte sobre ruedas junto a su dueño, como patinetes, carritos de bebé, etc. La velocidad es de 2 metros por segundo.
Otro original ascensor
¿Pero, y si en lugar de una colina empinada en tu camino a casa hubiera unos cuantos metros de altura? Es lo que suele ocurrir si te haces una casa en un árbol y quieres aparcarla a la puerta de casa. Ethan Schlussler ha solucionado este problema con un ascensor a poleas para bicis hecho por él mismo.
El invento le permite tener la bici a buen resguardo y, lo más importante: llegar hasta su hogar, dulce hogar, una casa a casi 10 metros de altura encaramada en un árbol. Gracias a su invento, un sistema que utiliza un contrapeso de 46 kg que se ajusta al peso del joven (66 kg), éste se ahorra tener que subir y bajar escaleras. Peligroso, seguramente sí, pero divertido, impactante y viral de necesidad.