Que la carne de insectos se ha convertido en una gran baza para la sostenibilidad del planeta no es una novedad, pero la animadversión que suele provocar este alimento hacía difícil imaginar que surgieran iniciativas de este tipo.
Si ya resultó sorprendente la degustación gourmet de pastel de carne de insectos que realizó en 2015 el programa de televisión Gastronuts de la BBC o impacta saber que hay granjas de insectos y restaurantes que hacen auténticas delicias con ellos, no lo hacen menos las barritas de proteínas Zoic Bars.
Proteínas de alta calidad
Pero no solo se trata de contribuir a la sostenibilidad del planeta y, en concreto, a la seguridad alimentaria sino de ofrecer un producto que nutricionalmente no tienen nada que envidiar a las barritas de proteínas convencionales.
Según sus creadores, contienen proteínas de alta calidad, grasas saludables, fibra y minerales. Libres de gluten, leche y soja, proponen unas barritas ricas en insectos, una proteína saludable con un 69 por ciento de proteína, un 22 por ciento de grasa no trans, omega 3 y omega 6, un 6 por ciento de fibra y dos veces más calcio que la carne de buey.
Uno de los objetivos de Zoic Bars es ayudar a facilitar la transición a los alimentos a base de insectos mediante estas barras de proteína para las que utilizan harina de insectos, dátiles, nueces y cacao de una manera deliciosamente sostenible.
¿Pero, por qué mezclar cacao con nueces de anacardo y dátiles? Mezclar productos muy apetecibles, capaces de revitalizar y energizar nos ayuda a camuflar la harina de insectos y, por lo tanto, resulta más atractivo…
No sé si creerles, pero aseguran que tienen un sabor tan bueno que será fácil olvidar que están hechas de insectos. O todo lo contrario, la gracia está en ese ingrediente original e inesperado que podría estar llamado a ser la carne del futuro…
¿Por qué la carne de insectos es verde?
La carne de insectos es sostenible por numerosas razones. En términos comparativos, ofrece una solución para ofrecer una fuente de proteínas con una baja huella en carbono en un mundo cada vez más poblado.
En 2050 se espera que la población humana supere los 9 millones, un difícil desafío para el actual modelo de producción de alimentos. No solo por la importante huella de carbono que implica la agricultura intensiva sino también la ganadería.
Se precisa mucho terreno, y también se utiliza buena parte de los cultivos para alimentar al ganado. Por contra, las granjas de insectos son requieren menos terreno, prácticamente nada de agua y las emisiones son infinitamente menores.
No en vano, el ganado produce casi el 20 por ciento de los gases de efecto invernadero. Además, la totalidad de los insectos es comestible, por otra parte. O sea, no hay prácticamente productos de desecho. Si, pongamos por caso, 10 kilos de buey se traducen en un kilo de carne o 2,5 kilos de pollo en un kilo de pollo, con 1,7 kilos de insectos obtenemos un kilo de insectos.
Frente a la industria de la carne de ternera, que exige 22 metros cúbicos por kilo, el cerdo 3.5 metros cúbicos por kilo o el pollo, 2,3 metros cúbicos por kilo, los insectos apenas requieren consumir 0,6 metros cúbicos por cada kilogramo.
Su calidad nutricional es incluso superior. Contienen proteínas de alta calidad, fibra minerales y su grasa, el talón de Aquiles de muchas carnes convencionales, también es saludable. Sin embargo, deben superar un obstáculo que, hoy por hoy, parece insalvable. Excepto las culturas asiáticas, acostumbradas a este tipo de alimentos, es complicado hacerse a la idea. Quizá con este tipo de iniciativas vayamos haciéndonos a la idea y, si no, siempre nos quedará la dieta vegana…