Científicos encuentran una alternativa sostenible al aceite de palma

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Es el aceite más consumido del mundo a nivel alimenticio y cosmético, con diferencia. El aceite de palma está presente en un sinfín de productos, y al margen de que es una grasa vegetal saturada, por lo que no resulta saludable, tampoco lo es para el planeta.

Su producción, en efecto, contribuye de forma dramática a la deforestación de áreas tropicales. ¿Se pueden encontrar alternativas más saludables que además reduzcan el impacto ambiental? Unos científicos franceses han dado con un aceite alternativo, si bien su uso depende de muchos otros factores, como su coste.

Apuesta por la economía local

La iniciativa, llevada a cabo por algunos industriales galos y la Universidad de Toulouse, ha conseguido poner sobre la mesa una alternativa fabricada a partir del aceite de girasol como sustituto del aceite de palma en algunos productos.

El producto elaborado se llama «Substipalm», y la materia prima principal es el aceite de girasol producido de forma sostenible en la región, que podría reemplazar al aceite de palma de forma efectiva si se consigue la aprobación de la Agencia Nacional de Seguridad Alimentaria, Salud, Ambiente y Trabajo (ANSES).

Eso sí, será una materia prima más cara, con lo que los consumidores deberán estar dispuestos a pagar la diferencia. Su salud y la del medio ambiente bien lo vale, pero a día de hoy es una incógnita si a nivel de competitividad el mayor precio será un freno insalvable.

Por lo pronto, hay optimismo al respecto. Gastar un poco más significará dejar de lado el aceite de palma, es decir, el aceite más barato y rentable, para apostar por la economía local, por los valores nutricionales y ambientales.

Deforestacion

Por lo general, los fabricantes prefieren el aceite de palma a otros aceites vegetales porque constituye un buen sustituto de las grasas de origen animal como la mantequilla o la manteca de cerdo para la fabricación de alimentos, alimentos, además de utilizarse de forma ventajosa en sustitución de los aceites vegetales hidrogenados, muy denostados a nivel de salud.

Por un lado, la grasa vegetal tiene más «buena prensa» que la animal, un aspecto que se tiene muy en cuenta actualmente, al tiempo que las grasas animales son más caras, y por otro lado los aceites vegetales hidrogenados resultan más complicados para su uso, ya que resultan más inestables, sensibles a la luz y al calor.

Frente a otros aceites vegetales, el aceite de palma resulta económico, tanto por su coste como por lo que rinde el cultivo, por lo que se necesita menos tierra. Sin embargo, los terrenos ocupados se roban a la selva, ecosistemas de una rica biodiversidad cuya destrucción resulta irreemplazable.

También es justo decir que el aceite de palma certificado es una interesante iniciativa que busca que el aceite de palma sea más sostenible. Se están consiguiendo grandes avances en este sentido, pero los pasos dados son muy lentos y la deforestación prosigue.

O, lo que es lo mismo, el aceite de palma sigue devastando ecosistemas claves para nuestra vida en este planeta, así como para la supervivencia de flora y fauna únicos, cuyo hogar desaparece. Bosques y ecosistemas tropicales de Malasia e Indonesia, pongamos por caso, que los productores de aceite de palma no dudan en arrasar. Miles de hectáreas que también son habitadas por personas y animales en peligro de extinción se convierten en monocultivos: palmeras cuyo aceite se utiliza para la fabricación de productos alimenticios y de higiene diaria que usamos con alegría.

De tener éxito ésta y futuras iniciativas similares, cada vez será más sencillo que el consumidor pueda encontrar en las estanterías del súper productos elaborados a partir de otros tipos de aceites más saludables. Mientras, nos queda la resignación o el boicot directo. Al fin y al cabo, el consumidor tiene la última palabra.

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