Comer menos para cuidarte y cuidar el planeta

Mesa puesta
Comer carne es poco eco amigable, sobre todo cuando se exceden las cantidades recomendadas. Curiosamente, a nivel de salud ocurre algo parecido: los excesos son contraproducentes, en especial cuando se trata de carnes rojas o procesadas,

Del mismo modo que el consumo de carne calienta el planeta y hace peligrar la seguridad alimentaria, consumir más calorías de las necesarias se traduce en un impacto ambiental extra que, por otra parte, también afecta a nuestra salud.

Comer un 25 por ciento menos

Son numerosos los estudios que han demostrado los beneficios de comer menos para el cuerpo humano. Uno de los más citados lo realizó en 2014 el Langone Medical Centre de la New York University, demostrando que reducir las calorías en un tercio a los ratones se traducía en menos actividad en casi 900 tipos de genes relacionados con el proceso de envejecimiento.

Recientemente, un estudio del Pennington Biomedical Research Center de Baton Rouge (Estados Unidos), publicado en Journals of Gerontology obtuvo resultados relacionados con las ventajas de una vida más saludable. Básicamente, se demostró que comer menos mejoró la calidad de vida de la mitad de sus participantes, justo los que habían dejado de comer una cuarta parte de lo que ingerían habitualmente.

Reducir un 25 por ciento de las calorías se tradujo en una mejora de su estado de ánimo y un adelgazamiento de alrededor de un 10 por ciento. Sorprendentemente, no echaban en falta comer más, y pudieron mantener sus nuevos hábitos de comida a largo plazo. De hecho, además de estar de mejor humor y dormir mejor, tras dos años notaron una importante mejora en su vida sexual.

El otro grupo, la mitad de sus 218 participantes con edades entre 20 y 50 años, con un peso normal o un ligero sobrepeso, pudieron comer todo lo que quisieron. Como resultado, cuando la prueba finalizó no reportaron este bienestar.

Aplicado a gran escala, idealmente a una escala global, esta moderación constituye una importante contribución a nivel ambiental. Tanto por el menor consumo de recursos alimentarios que supondría como por representar un consumo más moderado de carne. De este modo, lograríamos una doble ventaja: luchar contra el calentamiento global y prevenir la inseguridad alimentaria.

Desde un enfoque social también sería un avance a nivel de salud pública que prevendría numerosas enfermedades y muertes, reduciendo el presupuesto de sanidad y de otras áreas afines. Individualmente, como hemos apuntado, las personas ganarían en calidad de vida de forma importante y darían un respiro al bolsillo. De un modo tan sencillo como éste, reduciendo ligeramente las raciones.

Racion de frutas del bosque
Así pues, comer raciones menores de comida cultivada de forma sostenible podría ser la fórmula perfecta para combinar el cuidado del planeta y de nuestra salud. Sin embargo, la agricultura ecológica podría no satisfacer la demanda mundial de alimentos. Aun siendo más moderada, actualmente difícilmente puede alimentar a la creciente población humana, a lo que habría que añadir los cultivos destinados al ganado.

¿Y, qué tal si además la producción alimentaria siguiera el modelo eco? Hoy por hoy, la agricultura ecológica es incapaz de hacerlo por su menor rendimiento. Sin embargo, las cosas podrían cambiar. Apostar por ella para paliar la actual crisis ecológica global, cuya tendencia es ir a más, significaría convertirla en una alternativa viable a la atricultura intensiva.

Para ello, además de una mejor gestión, según apuntan algunos expertos, sería necesario destinar menos hectáreas al cultivo de alimentos para el ganado, alguna que otra innovación de apoyo y virar hacia un modelo económico más centrado en la economía local. Pero, sea como fuere, conseguir una sostenibilidad que garantice la seguridad alimentaria es el objetivo y no comer en exceso es una medida que podemos poner en práctica los ciudadanos para estar mejor, ahorrar y cuidar el planeta.

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