El reciclaje de objetos domésticos es en sí mismo un reto a la imaginación. Cuando salta la chispa, es decir, cuando conseguimos un resultado ingenioso y útil, el esfuerzo bien vale la pena, y no sólo para quien las inventó, sino como inspiración. De hecho, muchas de las ideas que circulan por internet tienen tanto éxito que no tardan en convertirse en virales.
Es lo que tiene el reciclaje creativo. Cuando una idea pega, ella sola cobra vida, y no tardan en surgir variaciones. Algunas de ellas son tremendamente originales, y lo que en un principio pudiera parecer una locura, una vez plasmado en un proyecto se revela como una excelente idea, ya sea con fines decorativos o también funcionales. ¿Porque, a quien se le ocurriría utilizar un bolso como un macetero o una vieja chiruca como un nido para el jardín…? Son ideas surrealistas, y sin embargo, funcionan.
No todo vale
La inspiración puede producirse por contagio. Si estamos secos de ideas, veamos qué han hecho otros y, si lo que encontramos nos convence, simplemente hagamos lo mismo. Hay ideas que son tan redondas que no merece la pena seguir buscando más ni hacer variación alguna. En otros casos, sin embargo, será interesante hacer algunos cambios para adaptarlo a nuestros materiales o con el fin de inyectarle nuevas dosis de locura …o de cordura.
No todas las ideas estrafalarias son igualmente válidas. Si el objetivo es decorar, lógicamente la opinión propia es la que vale. Ya se sabe, contra gustos no hay nada escrito, pero si además buscamos funcionalidad, que el resultado cumpla una función concreta, la cosa se complica.
Un modo de salir del atolladero es priorizar la utilidad y luego buscar el objeto u objetos que podemos reutilizar o transformar para conseguir ese objetivo. Por ejemplo, un bolso puede ser un macetero mural muy divertido y, bien aislado, incluso de gran utilidad, pero no todos los bolsos serán igualmente idóneos ni tampoco todas las plantas… Nunca hacerlo a la inversa, porque corremos el riesgo de que la idea sea muy, muy original, pero sólo eso.
La imaginación al poder
¿Dónde está el límite? ¿Vale todo? En esto del reciclaje creativo, parte de su esencia es precisamente ese lado imaginativo, inesperado. Y es así porque si un objeto ha de tener una segunda, tercera o enésima vida ha de ser cambiando su utilidad. Los ejemplos son innumerables: convirtamos una bañera en un gran macetero, en una cama o en un sofá, con sus patitas.
Jugemos con las ideas, lleguemos al absurdo para decorar de forma transgresora, sacando las sillas a la calle, pero no, no sentándonos en ellas sino pegándolas a la fachada, llenándolas de plantas o convirtiéndolas en un balancín. Las botas de agua de colores son perfectas como macetas, y hasta una bicicleta puede aparcarse en el cuarto de baño y tener como sillín un lavabo… ¿Y qué tal si las cestas las colocamos en la cesta?
Ya puestos, aparquemos el coche en medio del jardín y dejemos que las enredaderas lo pinten de verde o que las pelotas de tenis sean las fieles compañeras de nuestro amada mascota. Reunamos las suficientes y podremos hacerle una original cuna, como pude verse en la imagen que abre el post. ¿Que sólo tienes un par de ellas? No hay problema, el reciclaje creativo tiene solución para todo: hazles un agujero a modo de boca, colócale un par de ojitos y tendrás un original colgador de trapos.
Es la magia del reciclaje. No necesita mago ni chistera, sólo imaginación y buenas ideas. La norma es sencilla: todo lo que sea útil o nos parezca bello es una buena idea, por loca que nos parezca. Por cierto, cuidado, porque es adictivo. Una vez se empieza ya no se puede parar, y el planeta lo celebra…