Hiroshi Fuji es un famoso artista japonés capaz de hacer un arte que encandila a los niños convirtiendo un montón de juguetes en insólitas criaturas que fomentan la imaginación. Sin dudarlo, sus creaciones con más de cien mil juguetes abandonados nos lleva a un país de fantasía en el que poder jugar eternamente sin que el aburrimiento llame a la puerta.
La recolecta de juguetes se hizo en Japón a lo largo de los últimos trece años, gracias a la colaboración de activistas del reciclaje que fueron acumulando juguetes que los niños no querían para que el artista les diera una segunda vida.
El resultado ha sido una exposición impresionante, en la que los niños pueden subirse a montañas de juguetes de peluche de todas las formas y colores para jugar sin descanso, como sobre una mullida nube. Pero, entre juguetes colocados por aquí y por allí, en forma de montaña o tapizando una gran superficie, ordenados o cuidadosamente desordenados, también hay auténticas estrellas del reciclaje: dinosaurios fabricados con un sinfín de pequeños juguetes o extraños animales que parecen gallinas o pelicanos gigantes, entre otros muchos.
La cultura de usar y tirar
Todo vale en este reino de la diversión, que no sólo está hecho para soñar, sino también para reflexionar. Tanto niños como adultos deberíamos pensar en la importancia que tiene cada objeto en nuestra vida, intentando escapar cada día un poquito más de la cultura del usar y tirar, es decir, del consumismo. Precisamente, estas reflexiones fueron las que se hizo Fuji en su viaje a Papúa Nueva Guinea, donde aprendió del valor que allí concedía la gente a cada objeto que tenían.
Una vez finalizada la exposición, titulada Central Kaeru Station — Where Have All These Toys Come From?, estos cien mil juguetes tendrán el mejor de los destinos: hacer sonreir a los niños… de nuevo.