Los semáforos inteligentes englobados dentro del concepto de ciudad inteligente o smart city son una realidad. Todavía incipiente, pero con ejemplos prácticos en distintas urbes repartidas a lo largo y ancho del planeta.
En este post vamos a ver qué pueden aportarnos estos innovadores semáforos en favor de una movilidad sostenible, así como algunos ejemplos de aplicación práctica.
Ayudan a un transporte más verde
Básicamente, un sistema de semáforos y, en general, una seguridad vial basada en los grandes datos permite sacar partido al Big Data en distintos sentidos. Uno de ellos, qué duda cabe, es la sostenibilidad.
Si en el ámbito europeo la construcción o desarrollo de ciudades inteligentes se orienta precisamente a este concepto de sostenibilidad, en el resto del mundo la tendencia es también ésta. Y dentro de esta orientación la movilidad sostenible es clave para que las urbes sean más verdes e idealmente acabar con el problema del tráfico en las ciudades.
Tanto aportando una mayor agilidad como facilitando especialmente la vida a los viandantes, ciclistas y usuarios del transporte público, pongamos por caso. Sin olvidar una sustancial reducción de la polución atmosférica y de tipo acústico, un objetivo también esencial.
Holanda, Copenhague, Zaragoza y Montreal
El ejemplo del país de los tulipanes, país en el que la cultura de la bicicleta está muy arraigada, encontramos aplicaciones prácticas que dan una buena idea del potencial de este tipo de planteamientos.
En algunas urbes holandesas los semáforos inteligentes tienen una utilidad clara en lo que respecta a este ecológico medio de transporte. Pero no solo para las bicis sino también para otros medios de locomoción que forman parte de una movilidad sostenible. En ambos casos, los semáforos les dan prioridad frente a los turismos o taxis.
Montreal es otra ciudad que ha dado pasos en este sentido. Entre sus principales objetivos de mejora urbana busca convertir la ciudad en un espacio eco amigable para el uso de transporte sostenible.
En Zaragoza, sin ir más lejos, encontraremos semáforos que persiguen favorecer la movilidad sostenible y, en concreto, la coexistencia entre bicis y coches. Para ello se han puesto en marcha unos semáforos que se activan cada vez que detectan el movimiento de la bicis.
De este modo, gracias a una cámara térmica ubicada pocos metros antes del semáforo, el tráfico se hace mucho más fluido entre coche y bici, pues porque se pone verde en ese justo momento.
En caso de que no se detecte la bici será el coche el que tenga la prioridad, habida cuenta de la protección extra que debe recibir aquella, por razones obvias.
En Copenhague, por último, las infraestructuras urbanas tienen muy en cuenta la importancia de cuidar el transporte sobre dos ruedas. Entre otras ventajas, las bicicletas tienen reservados sus especios y, en cuanto a los semáforos, se sincronizan de forma que favorezcan este tipo de transporte.
También en la capital de Dinamarca los ciclistas son prioridad. En concreto, si el país cuenta con el mejor sistema de ciclismo urbano del mundo Copenhague es un inmejorable ejemplo de ello.
La prioridad que se les da a las bicis y autobuses se refuerza en los puntos más peligrosos, como pueden ser las intersecciones viales, al tiempo que se implementan iniciativas tan interesantes como la conocida como olas verdes.
En concreto, se trata de crear tramos en los que los ciclistas no verán interrumpida su marcha por ningún semáforo en rojo. Y no se trata de un proyecto piloto, ni mucho menos.
Para hacernos una idea de la inversión realizada, así como de la importancia que conceden a estas cuestiones, el gobierno danés dedica millones de dólares a la instalación de cientos de semáforos inteligentes.
Su objetivo es mejorar la seguridad vial, animar aún más, si cabe, a que los ciudadanos se suban a la bici y reducir el tiempo que cuesta llegar a un determinado punto. Según calculan las autoridades, éste se reducirá un 10 por ciento para los ciclistas y entre un 5 y un 20 por ciento para quienes utilizan el transporte público.