Son obra del diseñador holandés Klaas Kuiken, y su originalidad se suma a lo cotidiano de su materia prima para lograr un resultado sorprendente. Botellas de vidrio verde con un algo distinto que encuentran así una segunda vida.
Ese algo diferente es posible gracias a un segundo soplado realizado en botellas que previamente envuelve con alambre. Una vez calentadas, es cuando utiliza un compresor de aire para darles ese toque que las convierte en piezas únicas.
Reciclaje artístico
Lo increíble es cómo este artista ha conseguido convertir de un modo relativamente sencillo (si dejamos a un lado el mérito que tiene haber tenido la genial idea) unas botellas corrientes y molientes en unos objetos artísticos, que lucen tal cual, al mismo tiempo que hacen las veces de fantásticos floreros.
Todo comenzó, según cuenta él mismo, cuando se preguntó si había alguna irregularidad en la producción en serie de este tipo de botellas. Descubrió que sí la había, puesto que al cortarla encontró que el espesor del vidrio variaba.
Estas irregularidades son las que le permiten hacer botellas diferentes gracias a su peculiar técnica de soplado, para la que utiliza un horno, adaptado por él mismo, y el mencionado compresor. Al trabajar con ellas, se producen efectos distintos en los lugares donde el grosor de las paredes es más o menos delgada.
Su técnica es caprichosa en cuanto a resultados, pero detrás de estas sorpresas que en realidad son buscadas se encuentra un sistema riguroso que incluso ha patentado. Más allá de esta patente, sin embargo, podemos afirmar que el soplado a mano logra resultados tan originales porque, aun siendo botellas aparentemente iguales, esos fallos de fabricación son aprovechados para ello. Sin duda, todo un invento para hacer arte verde, con la ventaja de la sostenibilidad que supone la reutilización de botellas.