Hay alcaldes que no mueven un dedo para disminuir la contaminación de las ciudades que gestionan y otros que… ¿hacen demasiado? Boris Johnson es alcalde de Londres desde mayo del 2008. Es un personaje peculiar, periodista antes que político, y algunas de sus decisiones políticas han sido algo controvertidas, así que tampoco puede sorprender mucho este último proyecto: pegar la contaminación a la calle y evitar así que esté presente en el aire, es decir, que la respiren los londinenses.
En los últimos meses, camiones diseñados especialmente para ello, han estado rociando el pavimento de la capital británica con pegamento en algunos de los puntos donde hay más contaminación en la capital británica. Esta especie de pegamento, elaborado con una base de calcio, retiene la contaminación que flota en el aire y se adhiere a dicha sustancia.
Según el peculiar alcalde de Londres, son artilugios maravillosos que mejoran la calidad del aire. Sin embargo, no todos defienden las virtudes de la sustancia adhesiva. El profesor Frank Kelly, del King’s College, institución académica de la misma ciudad, ha señalado que la técnica es un despilfarro de dinero público que no resuelve el problema de raíz. Si se deja de rociar el pegamento, el problema reaparece.
Hay tres camiones que recorren los treinta kilómetros de las calles más contaminadas de Londres, las áreas de Victoria Embankment, la calle Earls Court, las carreteras que conducen al túnel de Blackwall, la zona de la estación de trenes de Euston y otros lugares contaminados. Estos camiones trabajan por la noche, después de que se ha barrido el pavimento. Con ello se consigue que se adhieran las partículas diminutas de hollín, las famosas y terribles para la salud partículas PM10, emitidas por los tubos de escape de los coches, así como por el desgaste de los neumáticos y los frenos. Asma, problemas cardiovasculares, cáncer de pulmón o muerte prematura son algunas de las enfermedades que causan.
Los críticos señalan también que sólo es una solución de emergencia para evitar las multas de más de 350 millones de euros por incumplir con las normas de calidad del aire que le puede imponer la Unión Europea. Al menos, intenta hacer algo al respecto del mayor problema de las grandes ciudades europeas. ¿Pero no sería más fácil, efectivo y seguro prohibir que circulen tantos coches?