Detergentes para superficies o para la ropa, sprays multiusos, limpiahornos en spray o en espuma, desatascadores, limpiadores de cristales, espejos… Son muchos los productos de limpieza que tenemos en el hogar, y también numeroso los peligros potenciales que debemos mantener a raya, ya sea para un uso cotidiano o esporádico.
Nos referimos, lógicamente, a productos de limpieza convencionales, no a sus alternativas verdes, efectivas contra la suciedad sin atentar contra nuestra salud ni la del medio ambiente. Sin embargo, el uso de aquellos es en realidad el más común, por lo que debemos estar atentos a sus peligros potenciales, y no solo por contacto, sino al respirar cerca de ellos.
¿Pero, por qué los limpiadores de toda la vida son peligrosos? Puestos que buena parte de sus ingredientes son productos químicos, y con ellos ante todo se busca eficacia para eliminar manchas, suciedad y malos olores, pongamos por caso, éstos suelen ser tóxicos.
Un peligro potencial
De hecho, basta con leer las etiquetas para entender hasta qué punto son productos tóxicos. No solo cuando se ingieren, eso va de suyo, sino también al aplicarlos y entrar en contacto con ellos, bien respirándolos o por contacto propiamente dicho.
Su peligro es mayor cuando se aplica, qué duda cabe. Entre otras cosas, porque a menudo se aplica diluyéndolo en agua y al hacerlo durante unos segundos el vapor que emiten puede resultar molesto y afectarnos en distintos grados en función de nuestra sensibilidad y del tipo de producto.
El amoniaco, salfumán y lejías son un buen ejemplo de productos de limpieza especialmente agresivos por contacto y también a nivel olfativo. El problema puede llegar a agravarse en espacios mal ventilados o si se mezclan varios de ellos.
Nunca mezclarlos
Además, mezclarlos es una temeridad y, de hecho, pueden llegar a suponer un grave peligro para la salud. Si, por ejemplo, mezclamos lejía y amoniaco se produce una reacción química que da lugar a un nuevo compuesto químico conocido como cloramina.
La cloramina se libera como gas y al inhalarlo da lugar a efectos adversos que provocan graves daños en las células, además de quemaduras en la piel y mucosas.
Aunque la exposición sea breve, apenas de unos segundos, se produce escozor de ojos, de garganta, tos y dolor de cabeza. Si ésta se aumenta puede provocar insuficiencia respiratoria, edemas pulmonares e incluso la muerte. La enseñanza es clara: por si las moscas, nunca mezclar productos limpiadores, ni estos ni otros.
Riesgos a baja exposición
El uso de los más potentes pueden suponer serios problemas para la salud, algunos de ellos evidentes, como las alergias, asma, picor de ojos o de nariz o erupciones cutáneas.
Por ello, precisamente, se recomienda el uso de guantes y mascarillas para evitar la inhalación accidental, en especial si se está en constante contacto con ellas por razones laborales, como les ocurre a los profesionales de la limpieza.
Es importante tener en cuenta que las exposiciones bajas o moderadas pero constantes también pueden provocar daños, y ello incluye a quienes limpian y a quienes comparten ese mismo hábitat donde se han aplicado. Son impactos a largo plazo que pueden estar relacionadas con la aparición y empeoramiento de enfermedades crónicas respiratorias y de otros tipos. En este aspecto, la ciencia todavía tiene mucho que descubrir, si bien los expertos no dejan de alertar sobre su peligro potencial.
Es importante limpiar en condiciones de seguridad si usamos productos de limpieza convencionales, pues en ellos se incluyen desinfectantes, desengrasantes y aromatizantes que representan un serio riesgo para la salud. Si notamos que los olores son muy fuertes, síntomas a nivel respiratorio, mareos u otros síntomas estamos ante un peligro potencial que requiere de una solución, bien sea usando mascarillas, cambiando el modo de aplicación, ventilando la estancia o, mejor que mejor, usando productos alternativos de tipo ecológico. La salud y el planeta te lo agradecerán.