El downshifting puede parecer una palabra complicada, un tanto estresante, incluso. Sin embargo, tiene un corazoncito que late despacio, a un ritmo suave, y su carácter es armonioso, una apuesta por la felicidad que dan las pequeñas cosas, una vida sencilla, respetuosa con uno mismo y con el entorno.
Vaya por delante que el término no tendría sentido por sí solo. Su razón de ser es actuar de contrapeso o, mejor, constituir una alternativa a la vida materialista, llena de tensiones y, finalmente, de un rosario de infelicidades e insatisfacciones.
Viviendo deprisa
El downshifting es la tabla de salvación para quien sienta que está viviendo demasiado deprisa, quemando el día de una manera rutinaria, convirtiendo el medio en un fin, sin tener objetivos más allá del trabajo absorbente y de un ocio en realidad vacío.
Y, a la par, ese estilo de vida propio de la modernidad o, si se quiere, de la posmodernidad, hace pagar un alto precio al medio ambiente. La solución, en ambos casos, no es otra que poner el freno y plantearse las cosas, buscar una manera de vivir que permita sentirse más cerca de lo que de verdad importa: lograr un equilibrio entre el trabajo y el ocio y ser más respetuosos con el entorno.
El objetivo no es conseguir más tiempo libre y respeto ambiental mediante una reducción del nivel de vida. Es justo al contrario, se obtiene una mayor calidad de vida haciendo cambios de forma inteligente.
Ser un downshifter, por lo tanto, significa un cambio de actitud. El replanteamiento de nuevas prioridades supone un cambio en la escala de valores, con lo que el éxito o el reconocimiento o el consumismo pasan a un segundo plano. Esta es la razón por la que vivir con menos supone vivir con más, ser más felices y estar más cerca de lo esencial de la vida.
Cambio de mentalidad
Esta corriente encuentra en John J. Drake uno de sus principales impulsores. Es el autor de best sellers que invitan a trabajar para vivir, no a vivir para trabajar.
Lo importante es dedicar tiempo y espacio a cuidar la salud, la alimentación y el descanso físico y mental. El ocio y las relaciones sociales con la familia y los amigos son también fundamentales. Todo ello nos aporta una gran bienestar emocional. En definitiva, hablamos de felicidad.
Tener o ser, he ahí la cuestión
Se defiende, en suma, una vida simple, que reduce las necesidades superficiales al mínimo para concentrarse en aquello que nos llena: el ocio, las relaciones sociales, el descanso, el cuidado de la salud y otros aspectos que casan mal con la vida moderna.
Salvo personas que han vivido una situación traumática y se replantean la vida o aquellas otras que tuvieron el ejemplo en casa y de forma natural tienen este estilo de vida, por lo general se trata de un proceso lento, gradual, que requiere de una concienciación fuerte.
No en vano, ser un downshifter significa ir contra corriente y no siempre resulta fácil soltar amarras y conseguir una vida diseñada por nosotros mismos sin interferencias que la hagan imposible.
El perjuicio que supone el ritmo de vida moderno para el medio ambiente es un motivo de peso a la hora de tomar la decisión de cambiar. El planeta no puede responder a las crecientes demandas de recursos, y tampoco sirve de mucho que solo una minoría demuestre con hechos que está dispuesta a bajar el ritmo.
De todos modos, si no cambiamos nosotros el mismo agotamiento de recursos, la falta de sostenibilidad se impondrá. Tarde o temprano, pero lo hará. Entonces, no habrá otra. Quizá todos salgamos ganando. El planeta, seguro.