Los teléfonos móviles o smartphones pueden durar varios años si los cuidamos adecuadamente. Sin contar con los cambios de dispositivo que obedecen a puro capricho, por otra parte muy demasiado habituales, alargar su vida nos ahorra un buen dinero a nosotros y un desecho tremendamente tóxico al planeta. Una vez finalizada su vida útil, seguiremos cuidando el medio ambiente si lo reciclamos o lo donamos para reparar y reutilizar.
Como ocurre con tantos otros desechos, estar concienciados sobre la importancia de reciclarlos y de intentar prolongar su durabilidad es esencial para evitar el crecimiento exponencial de la basura electrónica, un gigantesco problema ambiental de difícil o imposible solución.
Así las cosas, aunque el mercado nos ofrece atractivas novedades de forma constante, hay algo que es impepinable: si el teléfono funciona, todo tipo de argumentos que nos empujen a cambiarlo deberían ser sopesados para tomar una decisión más responsable con el medio ambiente. Lo suyo, en principio, es seguir utilizándolo.
Reparar, una opción
En algunos casos, las averías tampoco justifican su reemplazo. Bien es cierto que la misma tecnología empleada propicia la compra constante, en ocasiones es posible repararlos. Lógicamente, si no lo intentamos, si sin más los reemplazamos, no sabremos si es posible hacerlo. Así, la mentalidad juega un papel importante, independientemente de lo que se termine haciendo.
La funda es un punto clave que puede hacer la diferencia para prolongar la vida del teléfono. Sería recomendable optar por un protector que haga honor a su nombre, siempre en función de las cicunstancias en las que lo utilicemos. Las fundas impermeables, por ejemplo, serán convenientes si son frecuentes las salpicaduras, y las de tipo caja ayudarán a prevenir roturas por caídas frecuentes.
En todo caso, un protector será un seguro de vida contra accidentes, que lo inutilicen por rotura de pantalla o averías internas. Por otra parte, las fundas han de ser prácticas: fáciles de quitar o no precisar retirarse para evitar una manipulación que acabe desgastándolos.
Y, sobre todo, no intentemos repararlo por nosotros mismos. Llegar a arreglarlo será casi un milagro, y tampoco será una buena idea abrirlo, destriparlo por cualquier otro motivo, como el intercambio o sustitución de piezas entre distintos móviles. Acudir a profesionales es la opción adecuada.
Uso, no abuso
Si tenemos la suerte de no tener averías, por lógica, la durabilidad del teléfono será proporcional a su uso -y mal uso-, de lo que se deriva un obvio consejo: utilizarlo con moderación, es decir, de forma razonable, ayudará a aumentar su vida útil. En este aspecto, estar siempre enganchado al móvil tampoco es beneficioso para nuestra salud psíquica ni, muy probablemente, tampoco para la física.
Salvo excepciones, no dejar el teléfono a otras personas también aumentará su vida útil. No tanto porque vayan a estropearlo, sino porque el cambio de manos implica un mayor riesgo de pérdida, rotura y distinta manera de utilizarlo, con lo que el desgaste será mayor.
Si lo hacemos de forma puntual no habría problema, excepto si los ususarios son los más pequeños de la casa. En efecto, los niños son los ususarios más peligrosos en este sentido, pues normalmente llevan las manos sucias y fácilmente lo utilizarán como si se tratase de un juguete. De este modo, si de forma habitual nos lo piden para echarse unas partiditas, mejor decir que nones.
Alargar la vida de la batería
Cuidar la batería del teléfono es fundamental para aumentar su durabilidad. Además de optar por el modelo de teléfono que se adapte a nuestras necesidades (no necesitamos un teléfono con mil prestaciones si no vamos a utilizarlas), conviene desactivar programas que no se usen, ajustar brillo de la pantalla.
Algunos dispositivos ajustan la pantalla de forma automática en función de la luz exterior detectada, si bien podemos realizar ajustes para maximizar su eficiencia. Desactivar la vibración es otro modo de aumentar su autonomía y, de paso, la vida útil de la batería.