Convierte tus botas de agua en resultonas macetas


Llena tu jardín de color y alegría convirtiendo tus botas de agua en vistosos maceteros. Ya sea porque estén pinchadas, tengas demasiadas o porque a los niños ya les queden pequeñas, lo cierto es que las botas de plástico son un modo sencillo de dar un toque diferente a tu jardín.

A algunos la idea les parecerá encantadora, y muy probablemente otros vean el resultado como una cosa horrible. Tratándose de ideas tan originales y atrevidas, es inevitable que haya disparidad de opiniones. Lo importante, de todos modos, es que a ti te guste, y si es así estás de enhorabuena, porque llevarla a cabo es tan sencillo como parece. Sólo necesitarás las botas, tierra, unas tijeras y la planta.

Como recomendación general, hay que estar atentos al lugar donde piensan colocarse para intentar combinar los colores, y también es fundamental elegir la planta que vayamos a colocar en función del color de la bota. No hay por qué plantar lo mismo en cada una de ellas, pero también podemos jugar con eso para crear efectos visuales bonitos. Y, del mismo modo, es nuestra la elección de colocarlas juntas o separadas. Incluso podemos poner sólo una, de distintos tamaños y colores…

Los resultados serán muy distintos dependiendo del estampado de la bota, de su tamaño, altura, así como de la planta y lugar donde la pongamos. Quedan de lujo junto a la puerta, en un porche o sobre la misma tierra, junto a macetas o a otras plantas directamente plantadas en la tierra. Otras posibilidades son colgarlas en una verja, sobre un muro, valla o demás superficies verticales.


Sin duda, se trata de una buena manera de reutilizar las botas de lluvia que ya no nos sirven por cualquier razón. Curiosamente, hasta existen diseños de botas inspiradas en esta idea, como puedes ver en la imagen. Además, es un proyecto fácil. Básicamente, haces unos agujeros para el drenaje en la parte inferior de las botas (suela), las llenas con la tierra y plantas lo que te apetezca en la parte superior. Por último, riegas a fondo y listo.

Por cierto, también es una forma divertida de que los niños se aficionen a cuidar el jardín y estén en contacto con la naturaleza. Y de disfrutar del momento mientras lo haces y después, viendo crecer las plantas y aspirando el aroma de sus flores. Porque, además, las flores no tendrán olor a pies. O eso esperamos.

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