Estafa y maltrato animal, carne bio que no lo es

Ovejas pastando
Hay un sinfín de malos tratos a los animales aceptados por la ley, como demuestra la misma existencia de la granja y del matadero. Nos comemos a los animales, y eso significa maltratarnos, indiscutiblemente. Pero en esto de la industria cárnica existen grados, y la etiqueta bio teóricamente, al menos, significa vida más digna para los animales y una muerte menos cruel.

Es cierto que las prácticas que llevan a cabo las granjas el consumidor las suele desconocer. Salvo que sea una persona muy concienciada, existe un clima de anestesia social al respecto que nos viene muy bien para hincarle el diente al filete con toda tranquilidad. A este respecto, las asociaciones activistas hacen una gran labor, evidenciando.

Un trato más ético

Como suele decir Paul McCartney, «si los mataderos tuvieran paredes de cristal, todos seríamos veganos». De hecho, la normativa permite prácticas terribles. Una buena muestra de ello es el vídeo viral que Igualdad Animal ha difundido recientemente sobre el proceso industrial de la carne de pollo.

La falta de sensibilidad y la barbarie es la norma en este tipo de lugares. No debería serlo, sin embargo, en aquellas granjas que producen carne de la denominada bio. Es decir, aquellas empresas cárnicas que supuestamente deben dar un trato más ético a los animales, desde que nacen hasta que les llega su hora, y especialmente entonces.

Escándalos sonados

Siguiendo la genial frase del ex beatle, lo cierto es que el logo verde no nos asegura nada. Es más, el tipo de actividad de que se trata hace sospechar de forma natural. No se trata tanto de ser desconfiado, sino de la contradicción «per se» que representa en sí el hecho de que una granja se comporte de forma humanitaria. Y mucho menos aún un matadero…

Así las cosas, sabedores del filón que ello puede suponer a nivel mediático, los activistas suelen introducirse de forma clandestina en estos lugares para comprobar si realmente se avienen a la normativa de la producción bio. Y, como era de esperar, en muchos casos lo que encuentran es realmente sórdido.

Carne bio
Es más, en los dos casos que vamos a repasar las prácticas eran tan salvajes que ni siquiera se ajustaban a la normativa general. Uno de ellos sucedió en un matadero de carne ecológica de Devon, en Reino Unido (2010). Una cámara oculta evidenció brutales matanzas de ovejas en unos mataderos que tenían fama en el país de ser un ejemplo de trato ético.

Al margen de que un matadero es cualquier cosa menos un lugar «ético», el centro en cuestión, que contaba con un certificado emitido por la Graig Farm Organics, -garantiza que estos animales que han llevado una vida ecológica también son sacrificados lo más humanamente posible-, era un auténtico infierno. Morían a golpes, se les torturaba clavándoles pinchos de acero de forma repetida, se les daba puñetazos, se les degollaba sin aturdirlos antes, se les golpeaba con palos, látigos…

El escándalo fue tremendo, y se tomaron distintas medidas. Además, al menos otros tres mataderos británicos estaban incumpliendo las normas de un modo similar. Recientemente, se ha repetido la situación, esta vez en Francia.

Sus víctimas: corderos, cerdos y bovinos que supuestamente debían morir conforme marcan las normas de la ganadería bio. También en este caso lo destapó todo una asociación defensora de los animales, la L214. En el vídeo, difundido a mediados de febrero, podía verse cómo las gastaban algunos de los trabajadores del matadero de Vigan.

Su violencia extrema y clara negligencia profesional han consternado al país e incendiado las redes sociales. Un panorama muy similar al anterior. Por su parte, la dirección del matadero echó balones fuera, atribuyendo la culpa a «fallos profesionales» que no comprendían teniendo en cuenta que un veterinario hacía revisiones diarias.

Sea como fuere, la granja es sinónimo de crueldad. «La carne feliz no existe», dice Nili Hadida, del grupo Lilly Wood and the Prick, en la presentación del vídeo galo. «Carne, yo no como más», concluye.

Deja una respuesta