El fabricante de ruedas Michelin, el segundo del mundo después de Bridgestone, tiene una original y ecológica idea: fabricar neumáticos para automóviles con remolacha, paja o madera. La investigación que desarrolla la marca no es sólo por proteger el medio ambiente. También busca una solución a una más que probable escasez de la materia prima principal: el petróleo.
El nombre del proyecto es Bio Butterfly. Michelin va a construir una planta piloto para desarrollar la investigación, que contará con la colaboración de un centro público de investigación, el IFP Energies Nouvelles. La Agencia de Gestión del Medio Ambiente y la Energía de Francia también apoya la iniciativa con una ayuda de 14,7 millones de euros.
En la actualidad, los neumáticos se fabrican utilizando una mezcla de caucho natural y sintético. El principal ingrediente sintético es el butadieno, un subproducto del petróleo. Según los responsables del proyecto Bio Butterfly, hacia 2020 habrá escasez de butadieno.
Esta escasez, curiosamente, está relacionada con la búsqueda por todo el planeta de gas de esquisto o de pizarra que se produce con el fracking, y que baja el precio del gas mientras aumenta el del petróleo. La demanda de butadieno aumenta un 4% al año.
Una alternativa sostenible
Entre 2011 y 2012 se vislumbraron los primeros síntomas de escasez, lo que duplicó el precio. Los fabricantes de neumáticos se llevaron un buen susto. Los precios, después, volvieron a caer, entre otras causas, por el frenazo de la economía china. Pero, a la larga, los precios subirán. De ahí que Michelin busque una alternativa sostenible.
El proyecto comenzará probando materia orgánica procedente de desechos. Esta biomasa se fermentará para obtener lo que podríamos llamar biobutadieno. Ahora hay que comprobar si el proceso es técnicamente viable y económicamente competitivo. Aunque, en realidad, a la larga, cuando no haya petróleo o sea muy escaso y el precio aumente mucho, sin duda será competitivo.
El máximo rival de Michelin, Bridgestone, así como algunas empresas químicas, como Eni y TPC, también trabajan en alternativas al butadieno.