La mala calidad del aire en el hogar es una grave amenaza para la salud. Nos lo advirtió hace nada la Organización Mundial de la Salud con un estudio que ponía los pelos de punta: anualmente, millones de personas mueren por exponerse a ambientes polucionados interiores y exteriores.
La cifra era tremebunda. Rondaba los siete millones de decesos o, lo que es lo mismo, una de cada ocho muertes producidas en el mundo, el primer año que la cifra era tan enorme, frente a los poco más de tres millones de muertes de estudios anteriores. Ahora, la noticia es otra no menos impactante: qué porcentaje de esas muertes se producen a consecuencia de la polución interior.
Al respecto, la OMS acaba de publicar una alarmante cifra: según sus estimaciones, unos 4,3 millones de personas mueren cada año en todo el mundo víctimas de la contaminación ambiental en los hogares, sobre todo al inhalar de forma continuada partículas suspendidas en el aire (monóxido de carbono) emitidas por fogones, lámparas o estufas de biomasa (leña, fundamentalmente) y carbón.
Fogones de biomasa y carbón
El problema es la falta de recursos. Según la OMS, casi 3000 millones de personas tienen acceso a combustibles y tecnologías rudimentarias, demasiado contaminantes para cocinar, tener luz y calefacción. Y el resultado, lamentablemente, es el que es: una contaminación que enferma y resulta letal en muchos casos, que provoca muertes, de las que un 34 por ciento obedecen a accidentes cerebrovasculares, un 26 por ciento a cardiopatías isquémicas y un 22 por ciento a neumopatías obstructivas crónicas, neumonía infantil en un 12 por ciento y un 6 por ciento por cáncer de pulmón.
Quemar madera, carbón, excrementos de animales y distintos tipos de residuos agrícolas es el motivo fundamental de la mala calidad ambiental, si bien en hogares de sociedades desarrolladas también hay otros peligros, como los aerosoles, pinturas, limpiadores domésticos y demás sustancias de base química.
A partir de esta terrible realidad, la OMS da orientaciones para cambiarla. Sus consejos son claros, pero no siempre pueden aplicarse a nivel personal por falta de posibles. No olvidemos que, además, una adecuada política pública resulta esencial para cambiarlo, tal y como recuerda la organización.
Los consejos de la OMS
Prescindir del carbón no tratado (contiene arsénico, plomo y mercurio) y el queroseno (provoca intoxicaciones, incendios y quemaduras) son los dos principales consejos que hace la OMS. Igualmente, se ha de poner atención a situaciones de alto peligro por una deficiente ventilación durante la quema de estos combustibles domésticos.
La falta de calidad del aire provoca una inflamación generalizada que resulta cancerígena y provoca enfermedades cardíacas y respiratorias al tiempo que debilitan la respuesta inmunitaria. La solución no es otra que acabar con este problema optando por la energía solar como fuente de electricidad y combustibles menos contaminantes como el etanol, el petróleo licuado, el biogás o el gas natural. Para ello, los precios de estas tecnologías y fuentes de energía deberían ser más bajos.
Por ahora, una auténtica utopía. La OMS lo sabe bien, precisamente por ello está difundiendo las dramáticas cifras que arroja esta triste realidad. El objetivo, obviamente, no es otro que apelar a la conciencia de los países más desarrollados para que intervengan de diferentes modos.
Cambiar las cosas requeriría políticas comprometidas o, por supuesto, que nuevos avances de la tecnología permitan de un modo u otro mejorar la accesibilidad de las fuentes de energía que tanto precisan las gentes con menos recursos. Eso sí, queda pendiente el estudio de los efectos de la contaminación ambiental en hogares de los países desarrollados. La problemática es otra, y también hay mucha tela que cortar.