En casa, en la guardería o dando un pequeño paseo, así pasan los días los bebés, casi siempre dentro de lugares cerrados, por lo que, además de vigilar la contaminación urbana, protegerlos de fuentes de polución significa evitar la de estos espacios interiores.
Básicamente, los niños más pequeños tienen un mayor riesgo de padecer los efectos de la polución atmosférica por su todavía débil sistema inmunitario. Aunque, en realidad, el problema puede afectarles incluso desde antes de nacer.
Sin ir más lejos, la polución no sólo condiciona el bajo peso de los bebés al venir al mundo, sino que luego es especialmente dura causando problemas cardíacos, y también son peligrosos los pesticidas agrícolas a los que se expone la futura madre.
Prevenir es clave
La prevención es fundamental. Escapar de los focos de polución exige, por lo tanto, una actitud consciente desde la misma concepción y, en general, una vigilancia que debe observarse tanto fuera como dentro de casa.
Acerca de la contaminación en casa o en cualquier espacio cerrado, será obligado no fumar, un vicio que igualmente afecta al feto antes del nacimiento. A su vez, la ventilación del hogar es importante, intentando que la habitación del pequeño tenga luz natural y posibilidad de aireación diaria.
Si la calle está ubicada en un punto polucionado, abrir las ventanas cuando haya menos tráfico, normalmente a primera hora de la mañana y a última de la noche. Bastará con cinco o diez minutos diarios para renovar el aire.
No utilizar camas ni demasiados objetos fabricados con materiales sintéticos. Huyamos de las colas, barnices, pinturas y plásticos que destilan un olor tóxico, sin olvidar que muchos productos limpiadores químicos resultan nefastos por la misma razón.
Al hacer la limpieza del hogar, aspirar antes que barrera. Es decir, no levantemos polvo ni tampoco llenemos la casa de vapores procedentes del baño o de la cocina. Cerrar las puertas y ventilar es una opción que funciona, sobre todo combinado con uso de purificadores de aire de calidad.