Crear un refugio en el que descansar y oxigenarnos, logrando una relación sinérgica entre las algas y nosotros es el objetivo cumplido de este proyecto, bautizado con el nombre de Chlorella Pavilion.
Resulta curioso y, si queremos, es hasta rarito, pero su aspecto no deja de ser pura anécdota. La meta que se marcó su creador, el diseñador húngaro Adam Miklosi, es mejorar la calidad ambiental en puntos de encuentro o lugares donde descansar durante un ratito. Sugiere, en fin, un remanso de paz sin necesidad de salir de la ciudad.
Bares de oxígeno
Para ello se ha basado en la fotosíntesis llevada a cabo por las algas. Sería, si buscamos una comparación que nos resulte familiar, una especie de bar donde acudimos a respirar un aire purificado.
El beneficio ambiental de este invento es también de purificación del entorno, puesto que las algas utilizan el CO2 atmosférico para convertirlo en oxígeno. Es decir, obtenemos un sumidero de carbono urbano al tiempo que podemos beneficiarnos de una terapia de oxígeno en plena urbe.
Su diseño futurista es acorde al concepto que lo inspira, puesto que convertir las algas en aliadas contra la polución urbana es una apuesta de futuro gracias a los buenos resultados obtenidos en distintos proyectos. Hoy por hoy, sin embargo, todavía no se han difundido lo suficiente como para poder hablar de una realidad generalizada.
A su vez, aporta un color verde en su fachada, proveniente de las algas, cultivadas adentro mismo de los tubos que conforman su estructura. De este modo, también les llega la luz, otro de los componentes necesarios para realizar la fotosíntesis.
La estructura, por otra parte, está construida con madera de haya. En su interior, los visitantes son temporales, al igual que ocurre en los bares. Aquellos podrán respirar el oxígeno creado por las algas y éstas aprovecharán la exhalación del CO2.
La mala calidad del aire, lógicamente, depende de la polución urbana. En concreto, este invento intenta reducir el impacto que provoca el exceso de CO2 en el aire. Un dióxido de carbono que no es absorbido y acaba convertido en el principal gas de efecto invernadero, a la vez que supone un serio peligro para la salud.
Con el fin de mitigar este problema, aunque sea de forma modesta, Miklosi nos sugiere una simbiosis con las algas que resulta de lo más apetecible.
Al entrar en estos refugios urbanos, damos CO2 a las algas simplemente respirando, al tiempo que le aportamos ese dióxido de carbono que necesita para hacer sus funciones vitales. Es decir, ambos salimos ganando, con la ventaja añadida de que el medio ambiente también lo hace, si bien sería interesante que también capturase CO2 procedente de la atmósfera, a modo de esponja.
Para ello sería necesario complementar el invento con otras tecnologías que ya existen, pero esa es ya otra historia. Por lo pronto, estos mini refugios aspiran a ser parte de la solución de la contaminación urbana, tanto para reducir el problema de las emisiones de carbono como de la insalubridad que éstas conllevan.
Pensando en todo, el proyecto utiliza membranas de teflón semi transparentes para estimular la visión verde de las algas al tiempo que actúan como colchón contra el ruido.
A su vez, en su interior se ha colocado una fuente de algas que dispone de una serie de biorreactores y ofrecen una visión relajante, que contemplar desde una serie de sillas colocadas en círculo para animar a la reflexión y al estudio. Si se desea, las sillas pueden desplazarse, bien para promover la interacción o con el fin de crear un espacio más íntimo.