Estados Unidos es un país enorme con muchos recursos. Pero también es un país de contrastes. Más de 23 millones de sus habitantes viven en lo que se denominan desiertos de alimentos, es decir, barrios urbanos o pueblos en los que no hay acceso a alimentos frescos y saludables… y asequibles. Esta falta de acceso contribuye a una dieta pobre basada en comida rápida y barata (y, en su gran mayoría, comida basura) y lleva a unos niveles alarmantes de obesidad y otras enfermedades relacionadas con la dieta, como la diabetes y las enfermedades del corazón. Muchos estadounidenses, tan preocupados con el terrorismo internacional, morirán a causa de lo que comen.
El propio Gobierno está preocupado y varios departamentos, el de Agricultura, el de Hacienda y el de Salud y Servicios Humanos, han unido fuerzas para apoyar el desarrollo de proyectos sostenibles y planes para que los ciudadanos estadounidenses puedan comprar alimentos sanos, asequibles y acabar, así, con estos desiertos alimentarios. Una de las propuestas en este sentido son los Stockbox Grocers, algo así como «fruterías en una caja».
Un Stockbox Grocer es un pequeño, diminuto mercado fácil de instalar en cualquier parte. En realidad, no es más que un contenedor de carga que se coloca allí donde sea necesario, en las proximidades de una tienda, de una empresa o de una organización. La idea es colocarlos cerca de las casas, de los lugares de trabajo o de las escuelas para que cualquiera pueda comprar alimentos frescos y saludables.
El espacio es pequeño, así que sólo ofrecen artículos comestibles esenciales y productos frescos que no perduren más de una semana. De momento, están desarrollando el proyecto. Pero ya hay gente interesada, como algunos barrios de la ciudad de Seattle. Pero cualquier organización o barrio, de cualquier parte del país, puede apoyar el proyecto y conseguir que la gente de su alrededor coma algo más que hamburguesas, patatas y refrescos.
En muchos pueblos de otros países aún llega el camión de la fruta y la verdura o el del pescado una vez por semana. Una vez más, volvemos al modo de vida de nuestros abuelos. Sólo queda sustituir la gasolina de esos camiones por otro combustible que no contamine.