Tres fáciles recetas para hacer un champú ecológico

Champus naturales
Ser ecológico a la hora de la higiene personal no significa practicar la abstinencia. Lo suyo, lógicamente, es lograr un equilibrio que nos permita lucir una saludable melena, bien cuidada y limpia, sin ser radicales ni tener que seguir modas como la de no lavarse el pelo (No Poo) o utilizar agua, sin más. Una interesante opción es hacerlo con champús ecológicos, bien adquiridos en tiendas o, por qué no, haciéndolos en casa de forma muy sencilla.

Lavar el cabello de forma natural no solo significa usar productos naturales sino, aún mejor, orgánicos y, por supuesto, prescindir de compuestos químicos, como siliconas, parabenos y otras sustancias artificiales que encontramos en los champús convencionales.

Tres recetas muy sencillas

Cualquiera de las tres recetas que proponemos pueden complementarse con aceites vegetales como el de oliva, argán o de almendras dulces de tipo orgánico y aceites esenciales. Podemos hacerlo en una segunda aplicación para aportar hidratación extra, aroma y las propiedades de cada planta o flor.

1. Champú de huevo: Mezclamos la yema de un huevo ecológico con tres cucharaditas de ron (más si el pelo es largo), un chorrito de limón bio exprimido y una cucharadita de vinagre de sidra ecológica y otra de bicarbonato. Añadiremos la clara de huevo solo si nuestro cuero cabelludo es graso.

2. Champú de vinagre y bicarbonato Si preferimos una fórmula con menos ingredientes, bastará con mezclar un par de cucharadas rasas de bicarbonato sódico y mezclar con vinagre de manzana bio. En este caso, será conveniente usar el suavizante o mascarilla después.

3. Champú de miel: Mezclaremos una cucharada de miel en tres de agua, mezclando mientras se calienta. Finalmente, aplicaremos dando un suave masaje. Recordemos que la miel tiene propiedades nutritivas, fortificantes y antisépticas.

Por último, no olvidemos que son champús que podemos hacer al momento, justo antes de aplicar, y que no se deben conservar más de dos o tres días, mejor refrigerados, salvo el aceite. Y, cómo no, los ingredientes pueden variar en función de nuestras preferencias, siempre utilizando el sentido común.

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