El fraude de emisiones contaminantes del grupo Volkswagen ha cobrado unas dimensiones colosales. Sus proporciones e implicaciones, aún con todo y con eso, podrían ser bastante mayores de lo que imaginamos. A solo diez días de que se destapara el escándalo, son muchos los interrogantes que todavía están sin respuesta. De hecho, el ocultamiento y la incertidumbre están siendo la tónica general.
Antes de plantearlas y analizarlas brevemente, hagamos un breve resumen de lo acontecido para ponernos en situación. Básicamente, el pasado 21 de septiembre Volkswagen reconoció falsear los datos de emisiones de sus motores diésel y detuvo la comercialización.
La compañía se vio obligada a confesar tras una acusación realizada por parte de la Agencia de Protección Medioambiental (EPA) de Estados Unidos.
Volkswagen utilizaba un mecanismo informático que lograba engañar a los controles, desactivándose cuando el coche se utilizaba normalmente.
Cinco preguntas aún sin respuesta
La bomba ha estallado hace muy poco, y es lógico que muchos detalles todavía se desconozcan. Otros, por contra, es difícil entender por qué todavía no se conocen. Hoy por hoy, y muy probablemente por mucho tiempo, estamos ante un escándalo con muchos interrogantes.
1. ¿Hasta dónde llega el fraude?:
La renovación de la cúpula directiva fue rápida, pero todavía no se han ofrecido cifras claras de los coches afectados ni se ha especificado cuál sería el arreglo posible, ya que ajustar la contaminación podría mermar tremendamente la potencia y otras prestaciones de los coches. Justo esas características que los hacían tan atractivos.
A nivel ambiental también se ignora cuál ha sido el impacto en el entorno, en su doble vertiente: perjudicar la salud pública de forma inmediata como a medio y largo plazo por su nefasta contribución al cambio climático.
2. ¿Por qué se ha cometido?: Que los beneficios son una prioridad para cualquier empresa es algo más que obvio, pero se echa de menos una justificación oficial al respecto. No es suficiente con decir a los medios que se lamenta «profundamente» haber «decepcionado» a clientes y opinión pública, tal como hizo el presidente de Volkswagen, Martin Winterkorn. Una vez demostrado que se actuó intencionadamente, la empresa ha de dar la cara de una forma seria.
3.¿Hasta dónde llegarán las sanciones?: Las sanciones pueden suponer unos 18.000 millones de dólares, lo que supondría una multa de 37.500 dólares por coche trucado. Sin embargo, los analistas no creen que se vaya a llegar a tanto.
Además, la empresa ha prometido correr con los gastos de los arreglos a los dueños de los coches. Por otra parte, también podrían tener que devolver exenciones fiscales obtenidas por una eficiencia que realmente no existía.
4. ¿Cómo afectará a la economía alemana?: La estafa podría suponer un auténtico tsunami para la economía germana. No en vano, Volkswagen es la empresa líder mundial del mercado automovilístico y orgullo de la industria alemana. Sus cifras hablan por sí solas: emplea a 600.000 trabajadores en 45 fábricas que están distribuidas en 40 países, con las consiguientes consecuencias económicas y sociales que pueden derivarse de ello.
Algunos analistas han comparado las posibles consecuencias del escándalo con los perjuicios que la crisis griega suponía a los teutones. Además de afectar a la imagen corporativa, podría hacerlo a otros productos alemanes, pues ésta se apoyaba en la fama de precisos y de buena calidad que tienen los productos made in Germany. Por lo tanto, está por ver si podría afectar al imaginario colectivo sobre la idiosincrasia alemana.
5. ¿El gobierno alemán estaba al corriente?: Conocer hasta dónde llega el fraude implica depurar responsabilidades hasta el final. Ello podría significar llegar hasta el mismo gobierno germano. Así lo cree, al menos, Oliver Krischer, diputado de Los Verdes, quien no duda en afirmar que el gobierno alemán estaba al corriente de estas prácticas. ¿Sería compatible una Alemania comprometida con el medio ambiente y también con su industria automotriz, clave en su economía?