Decenas de miles de personas mueren debido a la polución del diésel, concretamente a consecuencia de las emisiones de óxido de nitrógeno (NOx), principal gas contaminante de este tipo de motores, que las nuevas tecnologías intentan minimizar.
Aunque justo es decir que en ocasiones ni siquiera lo intentan, habida cuenta del fraude de emisiones contaminantes del grupo Volkswagen o del escándalo descubierto en talleres españoles, pongamos por caso.
Miles de enfermedades y muertes
Más allá del problema empresarial o jurídico que suponen estos fraudes, está la polución atmósférica que implica y sus consecuencias en nuestra salud, no menos dramáticas.
Así lo afirma un estudio internacional recientemente publicado en la revista Nature, en el que se concluye que el NOx provocó en 2015 más de 107.600 muertes en todo el mundo.
El trabajo, realizado por el Consejo Internacional de Transporte Limpio (Iccti) junto con diversas universidades de prestigio, analizó distintos medios de transporte, como coches, furgonetas, camiones o autobuses en distintos mercados internacionales, de entre los que China y la Unión Europea resultaron ser los principales afectados.
Un porcentaje de esas muertes se debe a la contaminación ocasionada por los motores de forma fraudulenta. Es decir, un exceso de esa polución ocasionó un total de 38.000 enfermedades y muertes prematuras, de las que 11.400 se produjeron en la UE.
El objetivo de las nuevas generaciones de motores diésel es un diésel más limpio, que se ajuste a la normativa europea. Sin embargo, lograrlo implica una inversión en investigación y desarrollo (I+D) tan elevada que en algunos casos está haciéndose replantear a las compañías su convenciencia.
Sobre todo, habida cuenta de la nueva dirección que está tomando la obtención de energía a nivel global, cada vez más orientada a una sociedad descarbonizada, lo cual supone apostar más fuerte por medios de transporte híbridos y eléctricos.