Cuidar la piel de un modo natural, aplicándonos productos ecológicos caseros de forma directa o haciendo sencillas fórmulas con ellos es una interesante alternativa a la cosmética convencional.
¿Pero, por qué es más ecológico utilizar un puñado de sal o azúcar, miel, yogur, aceite de oliva, las pieles de las frutas o, por ejemplo, los posos del café? Por un lado resulta sostenible por aquello de que consumimos menos productos, es decir, prima la multifuncionalidad. Y, a su vez, algunos de ellos son una forma de reciclar, como ocurre con los restos del café molido, con las pieles de las frutas o, sin ir más lejos, con una bolsita de infusión que previamente hayamos utilizado para hacernos una bebida.
A su vez, ahorramos en envases, elaboraciones complejas y, en suma, reducimos la huella de carbono por transporte, elaboración, marketing y un largo etcétera de puntos relacionados con la industria cosmética. Sin olvidar, claro está, la composición más natural, libre de químicos, omnipresentes en las formulaciones que se comercializan.
Eso sí, utilizar productos naturales no significa que sean inocuos y, por otra parte, siempre será preferible que el producto sea ecológico, procedente de la agricultura orgánica. Por lo demás, simplemente hemos de aprovechar las propiedades de los vegetales, las hierbas y demás elementos para lucir una piel bonita y saludable.
Limpiar la piel
En efecto, en casa podemos tener un arsenal de belleza ecológica recurriendo a productos fáciles de adquirir, con grandes cualidades para cuidar la piel del cutis y, en general, de todo el cuerpo.
Hacer jabón negro, muy eficaz para limpiar e hidratar pieles de todo tipo, incluso las más sensibles, es una de las posibilidades que no debemos desaprovechar. Porque, además de comprarlo, es fácil elaborarlo en casa, como hacen tradicionalmente en Marruecos.
Para su fabricación artesanal sólo necesitaremos manteca de karité o aceite de coco, pieles de plátano y agua destilada. Tras quemar las pieles de media docena de plátanos hasta convertirlas en ceniza y formar una pasta añadiendo el agua, por último la mezclaremos con la manteca derretida al baño maría.
Así de sencillo, sin necesidad de sosa cáustica ni más historias. Endurecerá en un par de semanas y podemos utilizarlo como jabón corporal, dérmico o también para lavarnos el pelo.
Exfoliantes naturales
Exfoliar la piel del cutis o la del cuerpo mientras nos duchamos renovará las capas superficiales de la piel y la hará resplandecer naturalmente. Además, hacerlo de forma natural es muy fácil.
Aunque se puede aplicar arroz, copos de avena u otros granos molidos, restos de café molido, azúcar, sal o similares, lo ideal es aplicar una fórmula que incluya elementos hidratantes y blanqueantes como el limón, las fresas, la miel o el aceite de oliva, de almendra, etc.
Si preferimos una exfoliación en seco, con estas fórmulas será menos agresivo para la piel y, en todo caso, busquemos ingredientes suaves, de grano fino, como el azúcar o mascarillas naturales tipo pasta.
Una vez hecha la exfoliación, se recomienda calmar la piel. Harán muy bien su papel tanto unas infusiones de manzanilla o calmar piel irritada con infusiones como la manzanilla o con aguas florales.
Las aguas florales tampoco tienen secretos. Hacerloas será cuestión de minutos: echar en el agua las plantas o flores seleccionadas y hervirlas durante un cuarto de hora, dejar reposar y filtrar. Una vez frío, podemos utilizarlo como un tónico.
La hidratación
Una piel limpia y exfoliada necesita una hidratación éxtra. Son conocidas las propiedades de nutrición dérmica de muy distintos tipos de aceite, como el de argán, el de oliva o el aceite de almendras dulces.
Combinados con yogur natural, purés de frutas y verduras u otros ingredientes obtendremos mascarillas de propiedades hidratantes, astringentes o humectantes, en función del tipo de piel o problema que queramos corregir.
Desmaquillantes
Por último, desmaquillaremos nuestro cutis a la perfección mezclando manzanilla y aceite de almendras. Si el rimmel y las sombras de los ojos se resisten, probemos con esta otra pócima casi milagrosa: mezclamos dos cucharadas de arroz con agua y dejamos reposar unos minutos, justo hasta el que agua adquiera un color blanquecino. Luego retiramos la mitad del arroz y envasamos el agua en un frasquito, al que añadiremos un par de cucharadas de aceite de oliva. Removeremos siempre antes de usar y, en ambos casos, aplicar con un algodón y listo.