Los árboles de Navidad son un adorno con mucho éxito, qué duda cabe. Todo un símbolo de estas fiestas, pero hay que reconocer que no resulta demasiado ecológico. Tanto si compramos uno natural como si es artificial, a diferencia del árbol, la decisión será poco verde.
El natural suele acabar desahuciado, sin posibilidad de crecer. Salvo excepciones, acaban en la basura o, si pretendemos trasplantarlo, difícilmente sobreviven. Por su parte, los árboles artificiales no dejan de ser un producto fabricado con materiales provenientes del petróleo, y tanto su producción como convertirlo en desecho contamina lo suyo.
Nuestra apuesta es un árbol artificial, pero atípico. Hecho por nosotros mismos con materiales que tengamos por casa. Es decir, te animamos a que hagas tu propio abeto navideño a golpe de reciclaje creativo. Original, único y eco-amigable.
Ya sea inspirándote en otras ideas o haciendo un alarde de imaginación, los resultados pueden ser espectaculares sin necesidad de ser unos manitas. Bastará con tener paciencia y poner mimo, sin más complicaciones. Igualmente, ayudarán a cuidar el planeta y nos supondrá un pequeño ahorro de dinero.
Árboles que se comen
También nos encanta la idea de crear un postre o un plato decorándolo de manera que rinda tributo a este símbolo navideño. Las posibilidades son casi infinitas, tantas como la creatividad culinaria.
A priori puede parecernos un tanto raro o forzado, pero nada más lejos de la realidad. Es típica la cocina de estas fechas que juega con formas y colores para convertir un aperitivo, un plato principal, una ensalada o un postre en un árbol de Navidad comestible.
Por ejemplo, podemos hacer un bizcocho triangular y luego decorarlo con cobertura de color verde o, si lo preferimos, con chocolate. En realidad, cualquier color es válido. Añadamos luego la decoración (aquí las posibilidades también van desde lo más sencillo a auténticas virguerías) y disfrutemos de su presencia cuando lo saquemos a la mesa.
También lucirán perfectos los árboles de frutas. Se comercializan estructuras para facilitarnos la tarea pero también podemos improvisarlas utilizando una base de corcho y palillos sobre los que pincharemos los trozos de fruta.
El kiwi es perfecto para aportar ese color verde del follaje. Luego, adornaremos con fresas, trocitos de fruta en almíbar o, por ejemplo, con trozos de fruta cortados con forma de estrella. O, como vemos en la imagen que abre el post, coloquemos con primor pequeños pastelitos tipo cupcake en un más difícil todavía… ¡La sorpresa y la ovación están aseguradas!
Reutilizando el papel
Reutilizar el papel es otra de las alternativas. Aunque es un material frágil, siempre durará más que un rico pastel que está diciéndome cómeme, aunque ser efímero puede resultar una ventaja. Todo dependerá de las preferencias y circunstancias.
Bastará con colocar una base a modo de maceta y en lo alto una estrella para darle el toque definitivo. En lo que respecta a la parte central, de nuevo toca ser imaginativos. Podemos optar por hacer pequeños cucuruchos que hagan de hojas, utilizar los envoltorios de caramelos o chocolatinas o, por qué no, utilizar envases alimentarios.
Para completar un árbol de un tamaño medio habremos de reunir una buena cantidad de material, ya sean hueveras, latas, botellas de plástico, papel de regalo o cualquier otro. Siempre que consigamos darle la forma piramidal que lo caracteriza podremos elegir los materiales más insospechados con un gran resultado.
Dibujar el árbol en la pared o trazar su silueta con espumillón u otros materiales es una interesante posibilidad. Si nos atrevemos, colguemos los adornos del techo, de uno en uno, como si fuese un móvil con forma de árbol. Comprobaremos hasta qué punto la imaginación pondrá el resto…