Los paneles solares tienen ventajas a nivel ambiental y económico que, tal y como vimos en un anterior post, resultan muy interesantes para su instalación en entornos domésticos o también con el fin de darles un uso empresarial de cualquier tipo.
Que se trata de una energía verde, inagotable, económica, fácil de mantener y versátil resulta fácil de deducir, pero encontrar inconvenientes no lo es tanto. Acostumbrados a sublimar las energías verdes, a menudo se olvidan o minimizan los inconvenientes, cuando es fundamental tenerlos en cuenta. No solo a la hora de valorarlos como opción, sino en relación a otras energías verdes que pueden ser una mejor alternativa o quizá un complemento idóneo.
Las desventajas de los paneles solares
Sí, el sentido común nos dice que cada día, cuando el sol se pone o los días que salen nublados, las baterías deben cubrir nuestras necesidades, por lo que deberemos tener baterías con suficiente capacidad para ello. Y así es, pero la valoración que hagamos de ello dependerá del tipo de batería que tengamos, de su potencia y de cuáles sean nuestras necesidades.
A su vez, dependerá igualmente de la cantidad de paneles solares que tengamos y de si su uso es auxiliar, principal o complementario, junto con otras fuentes de energía, en cuyo caso resultará menos problemático.
En resumidas cuentas, los paneles solares no son competitivos cuando la necesidad de energía es importante, y ello tanto por su producción irregular como por el problema del almacenamiento de energía. En este segundo aspecto, se debe invertir una buena cantidad de dinero en baterías.
No en vano, el mayor inconveniente de una instalación de un panel solar fotovoltaico está relacionado con el almacenamiento de energía. Es decir, antes de lanzarse a realizar una instalación es importante conocer los inconvenientes de la energía solar en relación a su capacidad de abastecer mediante unas u otras baterías en función de nuestros requerimientos.
Además, como hemos apuntado, se trata de una energía que depende de las condiciones climáticas. En inviernos nublados y, en general, en los días lluviosos, la producción será mucho más limitada. Con el agravante de que en invierno la necesidad de energía suele ser mayor.
La inversión necesaria también es un punto a tener en cuenta. Aunque es rentable a largo plazo, pues amortizamos la inversión gracias a su productividad y durabilidad, lo cierto es que además el coste de las materias primas necesarias para su fabricación es elevado.
Si tenemos en cuenta su rendimiento a corto o medio plazo, las instalaciones fotovoltaicas no resultan rentables. Igualmente, pese a que funcionan de forma óptima durante toda su vida útil, de alrededor de 25 años.
La desventaja que implica una vida útil limitada significa que a partir de los 25 años de funcionamiento su rendimiento ya no va a ser óptimo y habrá que ir pensando en cambiarlos.
La primera instalación, desinstalación y de nuevo una segunda instalación también suman una importante cantidad de dinero. Sobre todo, si se han colocado en el tejado y su acceso es complicado.
Por otra parte, si los instalamos en lugares aislados o, por ejemplo, en chalets o segundas viviendas, corremos más riesgo de amigos de lo ajeno se fijen en ellos. Al tratarse de una tecnología cara, si están bien a la vista, como suele ser habitual, pueden acabar desapareciendo de la noche a la mañana.
A su vez, si se instalan para el autoconsumo, hemos de tener en cuenta el peaje que haya de pagarse por hacer uso de ellos. Los impuestos por este concepto muy a menudo hacen inviable el proyecto. La normativa puede variar fácilmente, pues se trata de una norma polémica.