No voy a ser yo quien demonice a los animales invasores, sobre todo habida cuenta de que el ser humano es el causante la supuesta invasión. Pero no cabe duda de que los desequilibrios que se producen en el ecosistema resultan dañinos, muy dañinos en muchos casos.
Justamente, es lo que está ocurriendo con las avispas asiáticas, cuya colonización en algunas zonas del país está mermando a las ya de por sí castigadas abejas, según denuncian los apicultores. La pregunta del millón es: ¿realmente podrían exterminarlas?
La invasión de la Velutina
A juicio de los apicultores gerundenses, uno de los colectivos más afectados (se ha extendido por el norte peninsular), la abeja melífera autóctona tiene los días contados si la avispa asiática (Vespa velutina) sigue avanzando al ritmo actual. Denuncian que su rápida expansión está avanzando ante la falta de medidas, afectando al sector apícola, y también a la agricultura, puesto que cumplen un papel clave a la hora de polinizar.
Igualmente, consideran que la creciente presencia de avispas asiáticas acabará resultando problemática para la ciudadanía. Hasta el punto de poner en peligro la misma integridad física de las personas.
¿Realmente exageran o están en lo cierto? El hecho de que estén intentando salvar su negocio (las pérdidas se cuentan en millones de euros) podría prestarse a desproporciones, pero también podría ser cierto, y representar una seria amenaza para la abeja común.
Un aspecto que no debe ponerse en cuestión, ciertamente, puesto que representa una amenaza para las abejas locales. Sin embargo, también éstas pueden reaccionar con el tiempo. Básicamente, deben aprender a hacerles frente, aunque puedan no sobrevivir al intento.
Por lo pronto, se ha observado que tras un periodo en el que les costaba reaccionar, están empezando a hacerlo. Cuando las avispas asiáticas atacan las abejas intentan matarla de calor subiendo la temperatura hasta los 45 grados, inaguantables para aquellas. Sin embargo, también es cierto que esta reacción puede acabar quedándose en simple anécdota, teniendo en cuenta las bajas que están produciéndose.
El origen de la plaga se relaciona con un cargamento de cerámica china llegado en barbo hace más de una década al suroeste francés. En su momento no se hizo nada y ahora resulta difícil detenerla, por no decir imposible. ¿Podrán hacerlo las abejas, sin ayuda humana? ¿Sabrán defenderse?
Millones de muertes por pesticidas
Por otra parte, Greenpeace sigue denunciando los dramáticos efectos de los pesticidas en las abejas. En un comunicado difundido junto con la Asociación de Apicultores de la Región de Murcia (AARM) se explica además que esta autonomía realiza un uso intensivo de pesticidas.
El resultado es la muerte de millones de abejas que mueren cada primavera, coincidiendo con la floración de los árboles frutales a consecuencia de la toxicidad de los plaguicidas. En concreto, se acusa una “gran mortalidad de abejas este año” en la zona de Mazarrón.
Los datos que maneja Greenpeace alertan sobre la región murciana en general, puesto que de acuerdo con la ONG su agricultura es la tercera más amenazada de España a consecuencia, precisamente, de la pérdida de polinizadores.
No olvidemos que en el campo murciano muchos de los cultivos dependen de las abejas para conseguir buenos resultados. Sin embargo, esta alta dependencia de las abejas no se corresponde con el maltrato al que se las somete con el uso y abuso de estos productos químicos.
¿La solución? En este caso es fácil ayudar a las abejas. Tanto como dejar de usar plaguicidas durante el periodo de floración. Idealmente, claro está, de forma permanente, aunque la ausencia de químicos no la garantizan ni los cultivos ecológicos. Aun así, no habría color, obviamente.