La carne de laboratorio, un bocado más sostenible

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La carne artificial puede convertirse en una solución para importantes problemas que ponen en jaque la supervivencia de la humanidad. Desde solucionar el desafío que supone la seguridad alimentaria en un mundo cuya población no deja de crecer hasta, cómo no, luchar contra el cambio climático.

Asimismo, nos ayudaría a dejar de ser tan crueles con los animales de granja, suponiendo una revolución sin precedentes, otra enorme ventaja en lo ético. ¿Pero, realmente la carne artificial es una alternativa a la real?

Cada vez más cerca

Es la pregunta del millón, y para responderla es necesario conocer su viabilidad a distintos niveles: avances tecnológicos para su producción a escala, poder nutricional, precio, sabor y textura o, lo que es lo mismo, nivel de aceptación.

Son interrogantes que van contestándose con el paso del tiempo, básicamente al ritmo de los nuevos descubrimientos y avances que se realizan aquí y allí. Su producción a escala, por ejemplo, es el objetivo de los proyectos que están avanzando al respecto.

Una de las empresas más avanzadas, la startup israelí SuperMeat desarrolla biotecnología para producir carne cultivada a partir de células animales, de textura y sabor similares a la carne de pollo auténtica.

Su desafío es múltiple, pues encontrar la fórmula perfecta significa dar con un producto que va más allá de un buen sabor, buscando un coste menor que la actual carne de pollo, un aporte nutricional similar o superior y una producción masiva.

La biotecnología, por lo tanto, debe ofrecer un producto no solo parecido a la carne convencional, sino también más saludable y capaz de responder a un plan de marketing viable que pueda salir adelante.

Su sabor y textura, uno de los principales problemas a los que se enfrentan sus creadores, está logrando grandes avances. Un test llevado a cabo en la universidad de Maastricht lo constata, a partir de degustaciones realizadas con carne artificial de buey.

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Además, sus creadores aseguran que la tecnología (cuyos pormenores se guardan bajo llave) puede aplicarse a otros productos potenciales, siempre que puedan extraerse células a partir de las que llevar a cabo el producto originario de que se trate. Es decir, en principio podría simularse carne de cordero, de pollo, de vaca y también pescado artificial.

Como SuperMeat, son muchas las empresas que compiten por dar con el producto idóneo, una carne de laboratorio que guste y pueda comprar la población de países emergentes, donde por otra parte existen elevadas tasas de población.

La empresa israelí pretende sacar al mercado su carne cultivada en 2021, pero otros proyectos ya se le han adelantado con gran éxito, si bien funcionan a pequeña escala.

Los planes de SuperMeat incluyen, en fases avanzadas, cultivar distintos tipos de carne de forma accesible. Tanto que incluso se puedan tener máquinas productoras en restaurantes e incluso en los propios domicilios.

Como es fácil de imaginar, llegar a estos objetivos, tanto en este caso como en otras startups, depende muy mucho de la financiación. Afortunadamente para ellas, y quizá también para el mundo, estamos en un momento propicio para este tipo de inversiones, que les llegan de las formas más variadas, entre otras subvenciones de fundaciones o mediante métodos de financiación colectiva o crowdfunding.

Junto a la competencia que está creándose entre las empresas de carne sintética existe un mercado paralelo que podría constituir otro competidor. Se trata de la carne de insectos, más sostenible que el actual sistema de producción cárnica, con ventajas también a nivel de salud pública.

Sin embargo, se trata de una solución que provoca un gran rechazo entre buena parte de la población, por lo que tiene que vencer obstáculos más difíciles que la carne artificial.

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