Todo el mundo ha aprendido alguna vez en el colegio que el agua es un recurso de los considerados renovables. El ciclo de la lluvia garantiza la presencia en la tierra de este líquido fundamental para la supervivencia de la especie humana y, en general, para la existencia de la vida. Gracias a ese ciclo de regeneración, el abastecimiento de agua está garantizado para todas las especies. Al menos eso se pensaba hasta que, desde hace ya más de una década, la ONU ha venido confirmando que la escasez de agua en nuestro planeta se ha convertido en un problema real. A los cambios de frecuencia en los ritmos de lluvia provocados por el cambio climático, se suma el crecimiento desmesurado de la población mundial y el ritmo acelerado de industrialización, cuyo consumo de agua no es en absoluto desdeñable. La consecuencia no es otra que la falta de acceso de más de 2 mil millones de personas en todo el mundo a agua potable y la previsión de que, allá por 2025, la mitad de la sociedad mundial vivirá en zonas con escasez acuática.
La constatación de esta realidad puede hacerse con solo mirar al mapa de España, en el que zonas como Andalucía, Cataluña y otros puntos del Mediterráneo sufren constantemente el azote de las sequías y las restricciones derivadas de esta desalentadora situación. Frente a este innegable problema, no basta únicamente con concienciar a la población de hacer un uso responsable del agua como recurso esencial, sino que ha sido necesario desarrollar un ciclo de depuración de aguas residuales que ayude a las naciones a recuperar un porcentaje alto del agua usada para darle una segunda vida útil.
¿Qué son las aguas residuales?
Actualmente se consideran aguas residuales todas aquellas aguas que han sido utilizadas con algún fin determinado y, como consecuencia de ese uso, portan en su caudal desechos y otras impurezas que la anulan para su consumo. Por tanto, estas pueden provenir de las casas de los ciudadanos, de las industrias, de comercios o, incluso, de la propia lluvia cuando cae a la calle y arrastra hacia los sumideros toda la basura que se acumula en la ciudad. Podríamos afirmar, por tanto, que el 70 % de las situaciones que provocan la generación de aguas residuales están vinculadas a la actividad humana.
Aunque se ha hecho referencia a la invalidez del consumo de aguas residuales, se debe precisar que un agua no apta para ser ingerida por los humanos u otras especies animales no siempre tiene por qué ser considerada residual. Cuando la no potabilidad nace de la presencia de desechos naturales y no tóxicos en el agua, esta puede ser reutilizada para fines como el riego agrícola, una actividad que comporta casi un 30 % del consumo de agua en todo el planeta.
¿Por qué es necesario tratar las aguas residuales?
Se mencionaba en la introducción de este artículo que la escasez de agua es un problema real de nuestro tiempo y que puede poner en riesgo la vida humana, animal y vegetal. Este solo hecho es ya un argumento suficiente para defender la necesidad de dar una segunda vida útil al agua que se usa durante las acciones cotidianas. Pero, incluso si en algún momento la frecuencia natural de las lluvias proporcionase un abastecimiento suficiente de agua al planeta, tratar las aguas residuales seguiría siendo de vital importancia. Y es que, aunque al hablar de residuos se piensa con frecuencia en las heces que se depositan en las aguas a través del inodoro, no se debe pasar por alto el vertido constante de líquidos químicos como los productos de limpieza, los aceites de las industrias, las grasas, la escoria que arroja la actividad minera, etc. No depurar las aguas con todo este contenido comportaría una contaminación inconmensurable que desembocaría en un problema de salud globalizado y la inhabilitación de los grandes acuíferos del mundo.
¿Qué puede hacer la población al respecto?
Aunque es responsabilidad de los organismo y de las grandes empresas el porcentaje más alto de creación de aguas residuales y su posterior tratamiento, también la sociedad puede hacer frente a este problema con gestos sencillos. Un ejemplo de esto es la instalación de sistemas de tratamiento doméstico, como hace la marca Depuradoras MSB que se ocupa de proveer depuradoras de aguas residuales de calidad. Especialmente en las zonas rurales privadas de plantas de tratamiento, estas máquinas suponen una alternativa respetuosa con el planeta. Mediante un proceso de oxidación, todos los restos orgánicos y contaminantes del agua se separan del líquido y se depositan aparte. Después de esto, la depuradora ofrece un agua limpia y con una segunda vida útil. Estos sistemas, además, han sido testados en laboratorios oficiales para comprobar su eficacia y han obtenido la validación y garantía de la Unión Europea, por lo que instalarla es una certeza no solo de respeto hacia el medio ambiente, sino de cumplimiento de la legalidad. Tanto su precio como su mantenimiento sencillo hacen de estas depuradoras un producto accesible para toda la población y, por tanto, un arma eficaz en la lucha contra la escasez de agua.