Vuelven a sonar todas las alarmas. Ahora no es la carne sino los envases alimentarios los que están en el punto de mira. La toxicidad de las cajas de cartón que se usan para empaquetar alimentos está en tela de juicio.
Y es que la vida natural, libre de tóxicos, es casi una quimera en este mundo moderno nuestro. Si hace un par de días la OMS cogía el altavoz para decir bien alto y claro que la carne roja y procesada era cancerígena, un par de días después nos llega otro bombazo informativo.
Las cajas de cartón, recicladas o no, son un riesgo para la salud pública. ¿Pero, por qué razón? La polución es el motivo de que así sea, y no cualquier polución. Por lo visto, están contaminadas por hidrocarburos aromáticos derivados de aceites minerales (MOAH), sustancias potencialmente cancerígenas.
El 43 por ciento de los productos analizados estaban contaminados con estos componentes tóxicas mutágenas cancerígenas. A su vez, encontraron también hidrocarburos saturados (MOSH), igualmente nocivos para el ser humano, en el 83 por ciento de los productos estudiados. Sus cantidades son alarmantes, por lo que se consideran un claro peligro sanitario. Así pues, se pide a las autoridades tomar cartas en el asunto lo antes posible.
Un riesgo sanitario
El principal problema se encuentra en los envases que están en contacto directo con los alimentos, ya que pueden contaminarse a lo largo de la cadena de producción, desde su fabricación, fase de empaquetado, almacenaje y transporte.
Nos lo cuenta la asociación Foodwatch, el azote de todo aquel o aquello que represente un peligro para la salud y el entorno. ¿Sus armas? Nada de violencia. Su acción a golpe de estudios científicos, disparados en ráfagas de metralleta desde hace lustros, no dejan títere con cabeza.
Ya se advirtió hace años
Esta vez, han puesto patas arriba las instituciones galas. Puesto que no es la primera vez que alertan de estos riesgos, la historia viene de lejos, y tuvo un final inconcluso. Fue en 2011, cuando la ONG alertó de estos riesgos en un artículo publicado en una revista francesa y el caso acabó en la Asamblea Nacional. Sin embargo, todo quedó en agua de borrajas.
Ahora, vuelven a la carga. Puesto que «los Ministerios de Sanidad, Agricultura y Economía se echaron la culpa unos a otros sin solucionar nada», lo suyo es seguir exigiendo respuestas, y no solo de Francia, sino del mundo entero, afirma la directora de información de Foodwatch Francia, Ingrid Kragl.
La advertencia es muy seria, y viene respaldada por un estudio llevado a cabo por la estudio realizado en tres países, Francia, Alemania y Holanda. Tras un análisis de más de un centenar de productos europeos, encontraron que muchos son cancerígenos y a su vez susceptibles de provocar graves trastornos de salud, como alteraciones genéticas y perturbaciones en el sistema endocrino.
Urgen medidas
La asociación Foodwatch propone incorporar un segundo embalaje de protección, que actúe de barrera protectora. De este modo, al encontrarse entre los alimentos y el cartón, la comida quedaría a salvo.
Otra opción sugerida por la misma ONG consiste en cambiarlo todo para que nada cambie. Es decir, la prioridad sería la eficacia y la seguridad a la hora de empaquetar, con lo que quizá habría que cambiar los materiales para garantizar un envasado sin riesgos.
Tanta dedicación, sin embargo, solo obtiene indiferencia por parte de las instituciones. Casi más sorprendente que el anuncio de tamaña contaminación es el silencio y falta de capacidad de reacción de los distintos países. Ni siquiera lo han hecho aquellos que menciona el estudio. Bien mirado, nada nuevo bajo el sol.