Tiene un origen exótico, y un simpático nombre, pero ya nos hemos acostumbrando a él, y ha perdido su efecto sorpresa. Desde hace tiempo, el kiwi se cultivan también en España y, por lo tanto, su huella de carbono es menor.
Sin embargo, muchos llegan desde Nueva Zelanda, por lo que aunque sean orgánicos han de recorrer más de 20.000 kilómetros por transporte marítimo, dentro de frigoríficos que consumen energía, además de las atribuibles al transporte en sí.
Belleza natural con kiwi
Por lo tanto, lo suyo es que además de orgánicos sean locales o, al menos, nacionales para así evitar dicho impacto ambiental. Dicho esto, también podemos aprovecharlo al máximo guardando la piel para usos cosméticos caseros, así como una parte de la pulpa.
Si los utilizamos para hacer una macedonia o un batido, pongamos por caso, nos resultar más fácil apartar una pequeña parte, con lo que además de salir muy económico también será más ecológico. En caso de no usar la piel para la cosmética casera o de no comérnosla (sí, sobre todo si es bio, pues en ella hay una mayor concentración de vitaminas), ésta puede servirnos para otros usos como el compostaje.
Entrando en su uso cosmético, aprovechemos la alta concentración de vitamina C y otras hidrosolubles que tiene la piel y parte de la pulpa que queda adherida a ella para hacernos una mascarilla.
En este caso no será necesario triturarla, sino colocarla sobre el cutis y dejar que la pulpa vaya presionando suavemente la piel, para lo cual nos será de utilidad hacer previamente pequeños cortes en la misma.
La pulpa del kiwi tiene propiedades antioxidantes y es rica en vitamina A, C, E y K, además de ácidos alfa hidroxiácidos que ayudan a tratar el acné y las cicatrices, mejorando el aspecto de las pieles envejecidas o maltratadas.
Sus beneficios sobre la piel van desde la lucha contra los radicales libres o la reparación de la piel alimentándola y exfoliándola, además de ayudar a su mantenimiento y resultar efectiva a la hora de atenuar las ojeras, concretamente gracias a la vitamina K.
Para hacer una mascarilla exfoliante de kiwi bio, que dejará en la piel una sensación de suavidad y frescor podemos aplicar la misma pulpa hecha puré (bastará aplastarla con un tenedor), sin más complicaciones, o añadir otros ingredientes como una cucharada de yogur y/o aceite de oliva, idealmente ambos de tipo orgánico.
Por un lado, el yogur nos aporta ácido láctico, idóneo para afinar la piel e hidratarla suavemente. Mezclamos todos los ingredientes en un bol hasta obtener una pasta homogénea y aplicar en la cara. No debe ser ni demasiado líquido ni espeso. Con la práctica será fácil encontrar ese punto perfecto que nos permite aplicarlo sin problemas y estar sentados o tumbados esperando a que haga efecto durante unos minutos, con una consistencia que evite que la mezcla se vaya cayendo.
Una vez aplicada, esperaremos alrededor de un cuarto de hora. Para que el efecto sea más intenso es importante desmaquillarse bien antes, aplicarlo dando un pequeño masaje circular y abrir los poros de la piel con antelación aplicando vapor de agua durante un par de minutos.
Además de una máscara facial vitalizante y exfoliante, el kiwi tiene usos cosméticos muy interesantes mezclado con miel bio y yogur también ecológico para nutrir la piel y suavizar las arruguitas o líneas de expresión. También ayuda a regenerar la piel, así como a reducir el aspecto cansado y las ojeras.
Aunque puede aplicarse a todo tipo de piel, hay que tener cuidado con posibles reacciones irritantes que puedan tener un componente alérgico. En concreto, será de gran ayuda para un peeling suave de pieles maduras y, tras su aplicación, no olvidemos lavarnos con agua fría y secar después suavemente. Un ritual de belleza que podemos aplicar una vez por semana, por ejemplo, como cuidado ecológico tan natural como fácil y económico.