A mí me gusta, la verdad. Le veo un encanto especial a esta silla tan deslabazada, que no parece ser nada cómoda y toda llena de plásticos de colores puestos sin orden ni concierto. Pero, qué le vamos a hacer, así es el amor a primera vista, un flechazo que no siempre la razón entiende, como dice la famosa frase.
En fin, te mole o no te mole, lo que resulta innegable es el mérito ecológico que tiene la silla. No sólo está hecha con trozos de madera desechada, sino que además se ha decorado con resina plástica que, a la vez, hace su trabajo como pegamento.
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