Una vez utilizadas, las botellas de plástico son macetas ecológicas donde las haya. No tanto por su material, porque biodegradables no son, precisamente, pero sí por aquello de reutilizar un objeto que de otro modo sería un desecho difícilmente reciclable.
Si deseamos convertirlas en una maceta de aurorriego utilizaremos la mitad superior como tiesto propiamente dicho, llenándolo de tierra y tapando la boca con una tela de algodón o con el mismo tapón agujereado para que pase el agua. A continuación, la encajamos en la parte inferior, previamente llena de agua, sin más.
Otra opción es pasar un cordel por el tapón y hacerlo llegar hasta el agua, desde la misma tierra, para así permitir que la planta pueda chupar el agua conforme vaya necesitándola.
Jardines verticales
Si les hacemos la obertura a lo largo de la botella (no olvidemos hacer unos agujeros para que no se pudran las raíces) y las sujetamos con unos alambres o cuerdas serán perfectas para colgar del techo o de la pared. En este segundo caso, si disponemos de una buena cantidad quedan geniales como jardines verticales.
Las macetas colgantes a menudo se hacen retando a la ley de la gravedad, es decir, poniendo a las plantas boca abajo. El resultado invertido es original, si bien se ha se sujetar la tierra con alguna tapa, siempre sin olvidar la necesidad de aireación de la tierra. El invento también queda genial con latas de conservas, aprovechando la tapa, previamente agujereada.
Como puede verse en el campo del reciclaje la imaginación no tiene límites. Podemos darle rienda suelta, siempre y cuando respetemos las necesidades de la planta de riego, aireación y luz. Por lo demás, casi cualquier cosa es posible. ¿Qué, te atreves?