Ya sea dentro o fuera de casa, en el campo o en la ciudad, hay un sinfín de situaciones que pueden provocarnos problemas respiratorios a consecuencia de distintos tipos de polución en el ambiente.
Que sean más o menos graves, temporales o crónicos dependerá de la sensibilidad personal, así como de la naturaleza de esa polución en sí o, en algunos casos, de cuáles sean las partículas que amenacen nuestra salud. Lógicamente, no será igual un aire polucionado de una urbe con mucho tráfico rodado que un entorno doméstico con mala calidad del aire o, por ejemplo, que un entorno laboral en el que se esté expuesto a focos de contaminación atmosférica de distinta índole.
Todos estos entornos hostiles tienen en común la presencia de elementos que enrarecen el aire, como el tabaco, el polen, la composición química de los productos de limpieza u otros utilizados a nuestro alrededor para otros fines -fumigación del campo o de un jardín- la contaminación por fuertes olores procedentes de aguas residuales o de sustancias tóxicas industriales, los alérgenos y otras muchas partículas dañinas en suspensión, como el polvo.
Asma y bronquitis
Es decir, el ambiente habrá perdido su pureza de uno u otro modo, ocasionando problemas de salud imprevisibles pues recordemos que a alcanzan el sistema circulatorio desde los pulmones. Son especialmente habituales los problemas respiratorios como el asma, la bronquitis alérgica, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), la fibrosis quística, el enfisema pulmonar, la hipertensión pulmonar o las alergias respiratorias en general.
El abanico de enfermedades es amplio, lo que significa que también habrá una gran variedad de síntomas, que van desde una ansiedad y depresión como trastornos asociados hasta una fatiga crónica ante el menor esfuerzo o incluso la muerte en los casos más graves o avanzados. Salvo excepciones, la solución pasa por atacar la raíz del problema y el tratamiento de los síntomas, a ser posible sin medicación.