El ahorro energético es uno de los objetivos principales del diseño bioclimático de una vivienda y para su consecución se deben tener en cuenta un sinfín de aspectos que, idealmente, comienzan antes de su mismo planeamiento.
En efecto, a la hora de construir una vivienda bioclimática se cuida al máximo desde la elección de los materiales de construcción hasta la misma ubicación y orientación para el logro de un confort térmico y de una calidad de vida vida en general de sus habitantes sin que ello suponga un impacto ambiental importante, minimizándolo a partir de las necesidades concretas de cada región climática.
Si se toman las suficientes medidas como para conseguir un edificio cero emisiones, obtendremos una vivienda autosuficiente en materia energética, con una huella de carbono ínfima gracias al uso de energías renovables que se conjugan con otros aspectos, como ventilación y asilamiento adecuados, aprovechamiento máximo de la luz natural.
Edificios de energía plus: ahorrar y ganar
Aunque el coste suele ser superior al de la vivienda tradicional, el ahorro energético a medio y largo plazo es suficiente para que la inversión valga la pena e incluso permite ahorrar. Tengamos en cuenta que, además de permitirnos gastar menos en energía supone un ahorro para el planeta, es decir, menos emisiones y menos gasto de recursos.
Sobre todo, se logra una menor dependencia de los combustibles fósiles, caros a la par que tremendamente contaminantes. Pero eso no es todo, porque no sólo dejan de consumirse energías de alto impacto ambiental. A menudo, las viviendas bioclimáticas se convierten en productores al llegar, pues fabrican un excecenter energético al que se le ha de buscar una salida, caso de los denominados edificios de energía plus.
En busca del confort térmico
El disconfort térmico (es decir, excesivo calor o frío) es uno de los principales problemas que afronta con éxito un buen diseño bioclimático, y lo hace aprovechando recursos disponibles o factible y conjugando los elementos necesarios (materiales de construcción, espacios colchón, protecciones solares, cerramientos, la mejor orientación, distribución, etc.) para controlar los inconvenientes de la climatología de la zona.
El resultado ha de lograr un doble objetivo: la creación de un hábitat saludable y eco-amigable, que proporcione sensación de bienestar a sus habitantes y resulte mínimamente invasivo para el entorno, tanto a nivel paisajístico como en el uso energético que implican las necesidades de una vida cotidiana.
Los principios de un diseño bioclimático sacan un gran partido de elementos como los grandes ventanales, las claraboyas, las corrientes o flujos de aire, los jardines verticales y también las cubiertas vegetales que cubren los techos, así como, por ejemplo, con la elección de materiales para los muros. Finalmente, se busca que la vivienda sea confortable, con lo que disminuirá la necesidad del aire acondicionado o de la calefacción, con un ahorro medio de hasta un 50 por ciento de la energía.
Uso estratégico de energías limpias
Además de ahorrar energía, ésta deberá ser limpia, eso significa que se usará menos energía y ésta será verde, procedente de distintas fuentes, comúmente generada por la energía solar a través de paneles fotovoltaicos, turbinas de viento o, entre otras posibilidades, recurriendo a la energía geotérmica.
En función de las características del lugar y del presupuesto se elegirá una determinada fuente de energía o una combinación de ellas, si bien su eficacia también dependerá de aspectos clave como la vegetación, climatología, distribución de la casa, orientación, materiales empleados para aislamiento, ventilación y protectores solares, pongamos por caso. Por lo tanto, aunque las buenas prácticas de sus habitantes sean decisivos para maximizar el ahorro, un buen diseño previo y planificación estratégicos para cada caso serán los que realmente marquen la diferencia y determinen la demanda energética.