Las cabinas de teléfono están más muertas que la mamá de Bambi, pero hay una llena, literalmente llena de agua y de vida, a la que la gente se pone las botas haciéndoles fotos con sus teléfonos móviles. La idea de convertirla en pecera ha sido de unos artistas franceses, que mostraron su obra en el Festival de la Luz que cada año se celebra en Lyon.
Benoit Deseille y Benedetto Bufalino han sido los responsables de esta creación tan fantástica, al menos desde el punto de vista del reciclaje y de la decoración más sorprendente, si bien no tendrá tantos fans en lo que respecta al maltrato que supone encerrar a los peces en tal contenedor.
Al margen de todos estos aspectos, lo cierto es que la obra tuvo un gran éxito entre el público que acudió al festival hace unos años. Epató por su transformación tan conseguida: luces, plantas, peces de colores, el agua ocupándolo todo…
Sus creadores explican que la cabina ha sido sellada para que el agua no se filtre. Su puerta también ha sido bloqueada para evitar que algún gracioso abra la puerta y alguien le haga la instantánea de su vida. Por lo demás, la idea, el chispazo es el que mayor mérito tuvo. Luego, sólo hubo que llevarlo a la práctica con gran pasión y unos pocos conocimientos técnicos.
¿Y para qué sirve? Además de dejar alucinado a todo aquél que la ve, aunque no sea por primera vez, Deseille y Bufalino dicen que su mayor utilidad es poder conectar con nuestra capacidad de soñar. Sería algo así como hacer una llamada con esa creatividad que permite ir tan lejos como la imaginación nos permita. La cabina es una invitación a «escapar y viajar», dicen sus creadores. Eso sí, antes hay que apagar el móvil.