El reciclaje de pilas es un dolor de cabeza para quienes se encargan tanto de su gestión como de fomentar la concienciación de la importancia de su recolección y reciclado cuando finaliza su vida útil. Con el doble agravante de que, además, ésta es corta y su uso masivo, con lo que no cesan de acumularse.
Por unas y otras razones, en efecto, las pilas de un solo uso o recargables constituyen un gran problema ambiental cuando se convierten en desechos porque, sencillamente, no se considera una cuestión lo suficientemente trascendente. Cuando, tratándose de las pilas desechables, no es un secreto para nadie su potencial contaminante.
En 2016 reciclamos mucho más
Su funcionamiento, en efecto, se basa en una serie de reacciones químicas que se obtienen a través de unos compuestos altamente polucionantes, por lo que no depositarlas en un lugar específico para así facilitar su reciclaje es un gesto muy dañino para el entorno.
Teniendo en cuenta las ingentes cantidades que acaban en la basura, es decir, sin depositarse en los contenedores habilitados para ello, el problema acaba convirtiéndose en un problemón. En otras palabras, estamos hablando de un auténtico atentado ambiental.
Pero esta preocupante situación podría estar empezando a revertir en España, donde el reciclaje de pilas aumentó de forma importante en 2016, según datos de la European Recycling Platform (ERP) de España, cuya recolección el pasado año ascendió a un total de 2.185 toneladas de pilas.
Una cifras muy positivas, puesto que suponen un 32 por ciento más que el 2015, lo cual implica que se recicla el 45,78 por ciento del total. Una cifra que supera en casi un punto porcentual el objetivo establecido por la Unión Europea en 2015.
Si en 2015 se reciclaba una cuarta parte de las pilas, el pasado año la cifra se acerca a la mitad, y se espera que en 2020 se alcance el 50 por ciento, un objetivo que, a la luz de los avances logrado, no parece en modo alguno utópico.
A la hora de entender estas cifras es importante saber que el índice de recogida empleado en el estudio corresponde al porcentaje entre el volumen de pilas que se han llevado a reciclar y lo puesto en el mercado durante los últimos tres años.
Por lo tanto, a partir de este punto de partida puede concluirse igualmente que casi una de cada dos pilas puestas en el mercado ha llegado a un punto de reciclaje, con lo que evitamos que se conviertan en un desecho que acabe contaminando el entorno.
Desde ERP también se intenta concienciar sobre la importancia de reciclar las pilas. La organización recuerda que aun representando apenas el 0.1 por ciento del peso de la basura doméstica, su reciclaje es esencial por tratarse de un desecho «potencialmente muy contaminante».
Al margen de las diferentes composiciones que puedan tener las pilas, ERP subraya que muchas de ellas tienen componentes especialmente peligrosos incluso en cantidades ínfimas, como el plomo, el mercurio, el níquel, el zinc o, por ejemplo, el cadmio.
La mejor manera de reciclarlos es depositarlos en los contenedores de recogida selectiva, que podemos encontrar en distintos comercios. De lo contrario, tirarlas a la basura, sin más, acabarán en basureros, desde donde contaminarán el medio ambiente de un modo importante.
Lo harán una vez se hayan corroído sus carcasas por la acción del clima o por la misma fermentación de la basura orgánica, momento a partir del cual su contenido se libera al entorno al derramarse los electrolitos internos y, con ellos, también los metales pesados, cuyos efectos en el medio ambiente (flora y fauna) y la salud humana son nefastos. Por lo tanto, también es una gran irresponsabilidad tirar las pilas al campo, en la playa o en el calle.