El otoño ya llegó, y aunque el frío todavía no ha hecho su aparición, tarde o temprano empezaremos a sentirlo. Y, cómo no, también a hacer uso de la calefacción. Una sencilla acción que resulta eficaz pero también nos pasa factura en varios sentidos.
En clave eco amigable, la calefacción es sinónimo de huella energética y, por otra parte, de susto a la hora de recibir la factura. ¿Cómo aligerar tanto una como la otra? En este post te damos cinco consejos básicos para que controlar el gasto en calefacción no se convierta en misión imposible.
Sencillos consejos
Aunque nos puedan parecer consejos lógicos, incluso algo obvios, en realidad son los que mejor funcionan. Además, no por serlo se aplican con mayor asiduidad. Muy al contrario, en muchas ocasiones ocurre justo lo contrario, y precisamente por ello es importante recordarlos.
Otros, sin embargo, son consejos tan curiosos como efectivos, y tanto unos como otros nos ayudan a conseguir nuestro objetivo: un hogar confortable, en el que no pasemos frío ni por las bajas temperaturas ni por el montante de la temida factura.
Con ello, además, ayudamos al planeta, pues un bajo consumo energético significa una menor huella de carbono y, por lo tanto, un ahorro de emisiones. Todo son ventajas, por lo tanto, y lograrlas es tan sencillo como proponérselo y seguir sugerencias como éstas:
1. Usar el termostato con inteligencia: El uso del termostato puede jugar a favor nuestro pero también en contra. Si buscamos reducir el consumo de calefacción sin pasar frío, lo suyo es adecuar su uso de forma estratégica.
Por ejemplo, no lo programemos para que se encienda varias horas antes de nuestra llegada, ni siquiera una hora antes. Sería más ventajoso fijar un valor límite como umbral a partir del cual la casa se caliente para matar la sensación de frío, con lo que cuando lleguemos a casa aumentaremos la calefacción unos grados y conseguiremos rápidamente una temperatura confortable.
Tampoco servirá de mucho si programamos una calefacción general de toda la casa, pudiendo ser selectivos y, por otra parte, cerrando las habitaciones que no utilizamos.
2. Acostumbrarse un poquito al frío: Cada persona es un mundo, dice la famosa frase. Un dicho que nos viene que ni pintado para introducir este punto, pues lo cierto es que cada uno de nosotros tenemos nuestra propia tolerancia al frío.
Descubrirla e intentar forzarla un poquito a la baja es una buena medida para ajustar la temperatura y gastar menos, al tiempo que nos sentiremos más activos. O, por ejemplo, podemos seguir el siguiente consejo, buscando esas prendas que tanto nos ayudan a dejar de sentir frío.
3. Bien abrigados, también en casa: Suplir la falta de ropa con una calefacción más elevada es despilfarrar energía. No se trata de estar en casa con bufanda y guantes, pero si podemos abrigarnos sin dejar de estar cómodos será un plus a la hora de aminorar el gasto energético.
4. Ventanas, persianas y cortinas: Vigilar estos elementos (ventanas, contraventanas, persianas y cortinaje) es otra manera de retener mejor el calor interior. Por un lado, las ventanas deben ajustar bien, con lo que podría ser necesario aplicar cintas aislantes especialmente diseñadas para tal fin.
Igualmente, las persianas es mejor bajarlas al caer la noche e, idealmente, subirlas solo en las horas centrales del día. Será fácil hacerlo si nuestras actividades y horarios nos lo permiten o, en todo caso, al menos cerrémoslas cuando anochezca. Por su parte, el cortinaje ayuda a que el frío no se cuele, del mismo modo que es importante vigilar que no haya rendijas en las paredes o hacer uso de las contraventanas.
5. Vigila la hora de ventilación: La ventilación a primera hora de la mañana puede convertir tu hogar en un auténtico frigorífico en apenas unos minutos. Si bien bastan esos pocos minutos para que el aire se renueve, hacerlo cuando las temperaturas son especialmente bajas está desaconsejado si queremos ahorrar en calefacción. La alternativa es esperar a medio día u otro momento en el que el frío sea menos intenso.