Las colillas tardan hasta diez años en degradarse


El cigarrillo se consume a una velocidad de vértigo, sobre todo si la comparamos con los diez años que necesita la colilla para desintegrarse. Su composición a base de acetato de celulosa es un material que las bacterias del suelo no pueden combatir.

Si bien los malos humos no pueden combatirse en la calle, los restos de ese mismo hábito de fumar sí deberían ser los mínimos, pues las colillas de los cigarrillos son altamente tóxicas para el entorno. No en vano, se trata de un residuo inorgánico que tarda hasta una década en degradarse, con una capacidad de contaminación de cada una de ellas que podría polucionar cincuenta litros de agua.

Como todo el mundo sabe, el problema va más allá del entorno urbano. El medio ambiente costero y el de los lugares campestres más turísticos o frecuentados por la población también sufren este problema, con el consiguiente riesgo de polución de aguas o del mismo terreno, incluyendo campos y playas. Son cientos de millones las colillas que acaban contaminando todo aquello por donde pasan o quedan.

Algunas soluciones

Al margen de algunas loables iniciativas, como la de transformarla en una planta mediante una formulación especial y la inclusión de una semilla, lo cierto es que no existen métodos eficaces que aceleren la degradación de las colillas convencionales. Hoy por hoy, desadortunadamente estas aportaciones no dejan de ser anecdóticas.


Ante la falta de inventos al respecto, las soluciones pasan por ser mucho más limpios. Una interesante opción es llevar un cenicero portátil siempre con nosotros o, a falta de ello, buscar una papelera o cenicero urbano en el que poder depositarla y, por supuesto, en no hacer excepciones. No ya tanto por conciencia ambiental, sino por simple civismo.

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