Eficiencia: ¿Vitrocerámica normal o de inducción?

La vitrocerámica y las placas de inducción son de aspecto similar, pero analizar su eficiencia revela una gran diferencia entre ambos tipos de cocina. Y, si bien las segundas ganan a aquella de buen trecho, hay otros elementos que el consumidor ha de tener en cuenta a la hora de decidirse entre una y otra.

Por otro lado, el concepto de eficiencia ha de combinar rapidez y eficacia, y esta doble característica es la que hemos de valorar cuál es la mejor opción. A su vez, las placas de inducción también suponen un menor consumo.

En este sentido, si bien la inducción supone una pequeña inversión económica, por otro lado adquirirla acaba saliendo a cuenta. Así, midiéndolo tanto en consumo energético como en gasto, saldremos ganando por doble partida al aligerar nuestra huella de carbono y el gasto económico, que en ambos casos serán menores. Sin embargo, el ahorro será a largo plazo.

Huella de carbono

¿Pero, cómo es el ahorro? En porcentajes, la vitrocerámica de inducción es más rápida, y consume casi la mitad que la convencional, en torno al 45 por ciento. Su eficiencia, para hacernos una idea, es similar a la del microondas.

Además de rapidez y bajo consumo energético, también es fácil de limpiar y segura, algo importante si hay niños en casa. En concreto, la vitrocerámica emite unos 450 gramos de CO2 por kWh, frente a las placas de inducción, que sólo emiten 360 gramos de CO2 por cada kWh.

Desventajas de la inducción

Sin embargo, no todo son ventajas. Entre otros inconvenientes como su prohibitivo precio, no nos vale cualquier cacharro. De hecho, se necesitan recipientes con la base imantada, lo que se conoce como material ferromagnético. Es decir, aquellos fondos a los que se pegue un imán.

Más allá de que suponga una limitación e incomodidad, también implica un gasto extra y, al mismo tiempo, un aumento de emisiones pues habremos de sustituir las cazuelas, sartenes y demás cacharros de cocina por otros nuevos. A nivel individual puede parecer irrelevante, pero la estadística sí acaba significando una diferencia.

Desventajas de la vitro

Las ventajas de la vitrocerámica convencional también tienen su contrapartida. Si bien hemos visto que son más económicas, fáciles de limpiar y permiten el uso de los recipientes de siempre, -cualquiera de los que teníamos para el uso de la cocina a gas-, necesitan más tiempo para calentar y además consumen más energía.

Tampoco es fácil limpiarlas, lo que acaba provocando que en muchas ocasiones se estropee y, precisamente por su precio económico, acabe reemplazándose por otra, con lo que ello supone en aumento de residuos. No sólo a nivel estético, además, sino porque una placa de vitrocerámica rallada y mal conservada también acaba perdiendo eficacia.

Así las cosas, si nuestra prioridad es eficiencia, las placas de inducción ganan de goleada. Y, en todo caso, las cocinas de gas también merecen ser consideradas, sobre todo si estamos buscando una eficiencia y bajo consumo. Sorprendentemente, su huella de carbono es mucho menor, con unos 200 gramos de CO2 por cada kWh. Es como para pensárselo, si bien tiene una serie de inconvenientes que también habrá que valorar.

Como en tantas otras ocasiones, la elección dependerá tanto del presupuesto como de nuestras necesidades, por lo que es fundamental contar con una buena y completa información antes de tomar la decisión final. Al fin y al cabo, son grandes electrodomésticos que suponen una decisión e inversión importante, su vida útil suele ser larga y su uso diario, por lo que la decisión ha de tomarse de forma inteligente, pensando en el medio ambiente y también en nuestro confort en el nuestro día a día.