Ni Drácula está rondando nuestra casa ni hay vampiros escondidos en el trastero de la abuela, durmiendo en sus incómodas camas con tapa… Esta vez es todo mucho más aburrido y carente de emoción.
Eso sí, cuando llega la factura de la luz poner el grito en el cielo es lo más habitual. Y no es para menos, porque el montante a abonar se ha disparado por algo que realmente mete un buen susto al miedo.
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